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Comportamiento del déficit fiscal anualizado
Colombia se está jugando sus restos en materia de calificación de riesgo que mantiene en una firma, todo por la baja importancia que le da el Gobierno Nacional al control del déficit
La economía colombiana no tiene grado de inversión en dos de las tres agencias multinacionales que certifican la situación económica de un país o de una empresa, cuando de emisiones o deudas se trata. Las “rating agencies” son entidades que asignan una nota o calificación a la capacidad de un gobierno para garantizar sus obligaciones financieras, miden el riesgo del país o de una empresa para cumplir los pagos de las deudas contraídas. Esas notas se usan como “cartas de recomendación” o guías técnicas para que los inversionistas decidan sobre sus inversiones en determinadas economías.
Moody’s, Standard & Poor’s y Fitch Ratings son las más reconocidas y el país solo tiene buena nota, con tendencia a la baja, en Moody’s, con las otras perdió el grado de inversión en tiempos de pandemia. La última vez que la economía inició el proceso de recuperar el grado de inversión pleno, tardó una década para lograrlo; se necesita de mínimo un par de gobiernos o administraciones enfocados en ello; por ahora, no se ve ninguna intencionalidad de que el país recupere el grado de inversión en Standard & Poor’s y Fitch; eso solo se logra mostrando resultados económicos, diseñando políticas públicas sanas, pero ante todo, un respeto absoluto por cumplir la regla fiscal, diseñar un buen marco fiscal de mediano plazo y presentar planes de no gastar más de lo que le ingresa al Gobierno Central.
Como casi nunca había sucedido en la historia reciente del país, la rotación de ministros de Hacienda no le ha dado seriedad al tema y las políticas de optimizar el recaudo de impuestos ha sufrido distorsiones, al punto que está muy por debajo de lo planeado.
Recuperar el grado de inversión es importante porque las buenas notas hacen al país mucho más atractivo para la llegada de inversiones a sectores volátiles, como el minero-energético. Permite acceder a financiamiento más barato con la banca comercial internacional y la multilateral, pues las tasas de interés son más bajas; refleja ante el mundo estabilidad económica y política, y finalmente, es un aliado para la generación de empleo formal, ya que las empresas pueden hacer planes de inversión a largo plazo.
Un país que no tiene grado de inversión es un país paria al que no llegan los grandes inversores, y al que por lo general, no desembarcan inversiones tecnológicas. Ninguna factoría de microprocesadores, autopartes, satélites o baterías se instalarían en un país sin grado de inversión, primero por la alta volatilidad política y los bandazos económicos, y segundo, porque se carece de una ruta de desarrollo que seduzca a hombres de negocios.
Lo triste de este momento que vive el país, en términos de IED, es que el tema no parece importarle a nadie; el déficit fiscal es cabalgante, crece cada vez que el Gobierno habla. El país está obligado a hacer una reforma tributaria estructural al final del año para no caer en una situación más crítica que roce con un eventual impago de acreencias, situación que sería la fase final de cambio de rumbo, es decir de mal en peor.
Es una necesidad apremiante que el MinHacienda tome el control de la economía, ajuste las cuentas, haga un plan de ahorro y presente una estrategia contra la evasión de impuestos, más una campaña de formalización de la economía, esos pilares son los que debe tener dicha reforma tributaria estructural, no castigar con más impuestos a los mismos de siempre: las empresas y los empleados formales de nómina.
El panorama del déficit no es el mejor y eso puede explotar en la pérdida total del grado de inversión, lo que sería una verdadera catástrofe, pues internacionalmente se leería que Colombia está más mal de lo que parece.
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