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EDITORIAL

La culpa es de la vaca*

sábado, 5 de abril de 2014
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Culpar a la vaca de la deforestación y la sequía es facilismo, detrás está la casi inexistente ganadería sostenible.

Por allá a principio de siglo, en 2002, Jaime Lopera Gutiérrez y Marta Inés Bernal, hicieron una compilación de anécdotas muy exitosas bajo el título “La culpa es de la vaca”. El libro se convirtió en un icono de lecciones gerenciales al tiempo que contaba con buena prosa y excelente humor  sobre situaciones de la vida nacional. 

Bien vale la pena traer a colación el prólogo del libro que nos lleva a una buena reflexión de lo que está pasando con la sequía y la ganadería nacional. “Se estaba promoviendo la exportación de artículos colombianos de cuero a Estados Unidos, y un investigador de la firma Monitor decidió entrevistar a los representantes de 2.000 almacenes en Colombia. La conclusión de la encuesta fue determinante: los precios de tales productos son altos, y la calidad muy baja. 

El investigador se dirigió entonces a los fabricantes para preguntarles sobre esta conclusión. Recibió esta respuesta: no es culpa nuestra; las curtiembres tienen una tarifa arancelaria de protección de 15% para impedir la entrada de cueros argentinos. A continuación, le preguntó a los propietarios de las curtiembres, y ellos contestaron: no es culpa nuestra; el problema radica en los mataderos, porque sacan cueros de mala calidad. Como la venta de carne les reporta mayores ganancias con menor esfuerzo, los cueros les importan muy poco.

Entonces el investigador, armado de toda su paciencia, se fue a un matadero. Allí le dijeron: no es culpa nuestra; el problema es que los ganaderos gastan muy poco en venenos contra las garrapatas y además marcan por todas partes a las reses para evitar que se las roben, prácticas que destruyen los cueros. Finalmente, el investigador decidió visitar a los ganaderos. Ellos también dijeron: no es culpa nuestra; esas estúpidas vacas se restriegan contra los alambres de púas para aliviarse de las picaduras.

La conclusión del consultor extranjero fue muy simple: los productores colombianos de carteras de cuero no pueden competir en el mercado de Estados Unidos ¡porque sus vacas son estúpidas!”

El prólogo del libro viene como anillo al dedo ahora que se busca un culpable de la sequía en los Llanos Orientales. La ganadería nada sostenible, especialmente la extensiva y la de carne, no ha entrado en la línea de un modelo productivo eficiente y sigue abriendo potrero en selvas húmedas y ganándole terreno a los páramos cuando son de leche. El país ya tiene conciencia ambiental, ahora le corresponde al Ministerio de Ambiente y a las corporaciones autónomas regionales velar para que la ganadería no sea más un foco de destrucción y se vuelva más competitiva.

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*Michael Fairbanks, “Cultural Matters: How Values Shape Human Progress”, en Lawrence Harrison y Samuel Huntington, Changing the Mind of a Nation. Elements in a Process for Creating Prosperity. Nueva York, Basic Books, 2000, pp. 268-281. Contribución de Fernando Cepeda.

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