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EDITORIAL

Ilusionados con el fin del conflicto colombiano

martes, 22 de diciembre de 2015
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El mejor anhelo para el nuevo año es que el fin del conflicto sea realidad y se asegure este tiempo reciente de reducción de la violencia armada.

Hay muchas maneras de cerrar el año. En nuestro caso, como periódico especializado en información económica, empresarial y financiera, este 2015 que ya llega a su final ha marcado el comienzo de una época de quiebre en la que el monotema nacional de la “guerrilla” se empieza a desvanecer dándole paso a un tiempo lleno de optimismo. Nunca antes se avanzó tanto en el camino de la pacificación como este año. Los ataques a las poblaciones, los enfrentamientos entre guerrilleros y militares y los secuestros han disminuido notablemente como preámbulo al posconflicto.

Estamos ilusionados, como la inmensa mayoría de los colombianos, con la llegada del fin del conflicto armado. No hay razones para seguir creyendo que estar en guerra interna es mejor que vivir en paz. No tenemos razones de peso para no creer que el país de los últimos dos o tres años, en términos de orden público, ha sido histórico. ¿Por qué no apostarle y ayudar para que el proceso de paz emprendido por el Gobierno llegue a buen término? Estamos seguros que ese es el camino y que la economía de guerra que se había instalado en las cuentas nacionales y en la productividad de algunas empresas debe cambiar para abrirle camino a un país desarrollado que pase la página a esa cotidianidad en medio de la muerte. No podemos vender pesimismo, no intentar mostrarle a la opinión pública el lado oscuro de las negociaciones de paz. No podemos pedir que todo cambie para que nadie cambie. No podemos seguir en una guerra fratricida en donde las clases menos favorecidas económicamente son las ponen los muertos. Colombia debe parar ya la guerra interna para ofrecerle a las nuevas generaciones una territorio en donde puedan progresar.

No existe ninguna generación de colombianos vivos que haya experimentado un solo día de sus vidas sin temor a caer en un ataque guerrillero o a ser víctima de secuestro o extorsión. Eso ha hecho que no le creamos a las bondades de un país en paz, pero esa incredulidad se está volteando después de ver que llevamos muchos meses sin las consecuencias del accionar de la guerra. Las causas del conflicto no han cambiado (narcotráfico, desigualdad, mala distribución de la tierra, corrupción) pero es un clamor nacional que esta situación empiece a modificarse y que entre todos venzamos esa incredulidad. 

La coyuntura económica con que cierra el año, y que se extenderá al menos por un trimestre más, es muy regular por causas externas, lo cual no ayuda mucho al optimismo. Es el momento de robustecer los dividendos que siembra la paz en esta etapa de posconflicto. El trago amargo que está pasando la economía, producto de los precios de los commodities, debemos neutralizarlo con la atracción de inversión foránea producto de un país en paz.

Llegó el momento de tejer una nueva historia de una Colombia en progreso y en construcción de claro bienestar. Para ello, el conflicto debe empezar a ser parte del pasado.

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