En el debate no se oye nada de la educación

Puede ser un lugar común o un cliché, pero el único camino para mejorar un país y garantizar un progreso real es educando a la población en todos sus niveles y darle una primaria, bachillerato y universidad de calidad. Si la educación colombiana se compara con sus similares al interior de la Organización para la Cooperación y Desarrollo Económico, Ocde, no le va bien.

Eso dicen las pruebas Pisa que miden a los más jóvenes y si se miran los distintos ranking universitarios globales, las universidades locales solo aparecen solo cuando de amplían los listados a mil o dos mil. Es crónico que los niños y adolescentes se rajen en matemáticas, lectura y creatividad, al tiempo que las universidades no son competitivas en los primeros puestos en la región.

Y si la educación básica primaria y secundaria son muy regulara la luz de los ranking internacionales, y en las universidades locales no aparecen en puestos de referencia, es un asunto que debe preocupar a todos. Una mejor educación debe ser un propósito nacional en todos sus aspectos: primaria, secundaria y universitaria, sector que vive una auténtica disrupción con el afianzamiento de las nuevas tecnologías en las aulas y en la cotidianidad de las familias.

A los colegios y universidades, la inteligencia artificial les cambiará sus obsoletos modelos pedagógicos; el Uber de las universidades ha llegado de la mano de las grandes compañías multinacionales de tecnología que cada vez más se meten de lleno a la educación autónoma.

Hasta hace un lustro decir que la manera de enseñar y el rol del profesor no había cambiado en dos o tres siglos, era muy común, pero hay un auténtico cambio de época; profesores, colegios, universidades, y casi todos los actores educativos, están bajo ataque de propuestas tecnológicas sin encontrar fórmulas que les garantice a sus usuarios un mejoramiento continuo.

Los celulares les quitaron el papel a los despertadores, las cámaras de fotografía, las libretas de apuntes, las calculadoras, los relojes y a los traductores, y a los colegios y universidades, en una o dos décadas, les puede pasar lo mismo si no actualizan sus roles y funciones en la sociedad.

El uso de las nuevas tecnologías en todos los frentes sociales es una realidad de la que la educación no se escapa, la virtualidad, la IA, los buscadores de nueva generación y el acceso a los mejores textos y explicaciones están al alcance de la mano; en muchos países esta realidad está obligando a diseñar nuevas políticas públicas con la tecnología como piedra fundamental de una auténtica revolución en cómo se educan sus gentes, pero en Colombia poco o nada se dice, máxime en un momento de cambio de gobierno en el que deben aflorar las propuestas seductores.

Los colegios está atravesando una crisis creciente por la caída en la demanda de matrículas por la caída en la población; hay barrios, pueblos y ciudades en donde se han cerrado colegios por falta de estudiantes, hay universidades que hay precarizado sus servicios por caída en el número de estudiantes, mientras que hay otras que le han apostado a la virtualidad y a las alianzas globales para mantenerse vigentes.

Todo un arsenal de nuevas posibilidades para no ser inferiores al reto de educar a la sociedad. Es un imperativo para los candidatos a la presidencia elaborar propuestas más disruptivas en el campo educativo, alejarse de lugares comunes y atender la nueva realidad de las familias colombianas, por ahora poco o nada han dicho los candidatos en materia educativa, mucho menos ante los cambios demográficos; son muchas las cosas que se pueden hacer, pero hay que poner el tema sobre la mesa de debate.