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El problema de la paz es que se volvió politiquera
EDITORIAL

El problema de la paz es que se volvió politiquera

sábado, 18 de enero de 2025

El problema de la paz es que se volvió politiquera

Foto: Gráfico LR

El otro eterno déjà vu colombiano es vivir siempre de ilusiones en desilusiones, entre diálogos y rupturas con las guerrillas anacrónicas que frustran el desarrollo

Editorial

Los hechos de paz y de guerra en Colombia son un eterno déjà vu. Nuevamente, el Presidente de turno le pone punto final a un proceso de paz con la guerrilla del ELN, que nunca avanzó, y que deja una estela de muerte y destrucción en todo el territorio.

Es un bucle sin fin, Colombia pasa más tiempo del necesario haciendo la paz y sufriendo los estragos de la guerra interna porque el tema de la construcción de paz se convirtió en un trofeo electoral y un asunto de politiquería.

La llamada paz total de la actual administración, literalmente, es un buen concepto, pero muy mal ejecutado; “hacer trizas los acuerdos de paz”, tampoco fue un buen enfoque; como jamás se experimentó el dividendo de la paz derivado de los acuerdos de paz con las Farc. Los únicos ganadores de esa dicotomía entre la guerra y la paz han sido los candidatos que se convirtieron en presidentes bajo esas banderas.

Para entender el problema colombiano hay que mirar el entorno de la región, un ejercicio que a todas luces puede resultar elocuente para determinar que es un asunto puramente interno. La situación de Colombia no es muy aislada de lo que sucede en varios países de América Latina.

Si se miran los postulados de ‘Por qué fracasan las naciones’ (Deusto, 2012), cuando hace una lista de naciones en la región continental, estas son ordenadas desde la más rica hasta la más pobre y aparecen Canadá y Estados Unidos a la cabeza. A continuación, Chile, Argentina, Brasil, México y Uruguay, y quizá también Venezuela, en función del precio del petróleo. Luego aparecen Colombia, República Dominicana, Ecuador y Perú. Al final de la lista, otro grupo más pobre, se incluyen a Bolivia, Guatemala y Paraguay.

Si retrocedemos 50 años, veremos que la clasificación es idéntica; 100 años: lo mismo; 150 años: lo mismo otra vez. Por tanto, no es solo que EE.UU. y Canadá sean más ricos que América Latina, sino que existe una brecha definitiva y persistente entre los países ricos y pobres en América Latina.

Robinson y Acemoglu plantean que es muy común aceptar que la desigualdad tiene que ver con la geografía. Muchos países pobres, como los de África, América Central y el sur de Asia se encuentra entre los trópicos de Cáncer y Capricornio. En cambio, los países ricos suelen estar en latitudes templadas. Esta concentración geográfica de la pobreza y la prosperidad da un atractivo especial a hipótesis geográficas, que es el punto de partida de teorías e ideas de muchos sociólogos y expertos.

Esta postura ha sido derrotada bien entrado el siglo XXI, cuando hay milagros económicos como los de Malasia, Singapur y Botsuana. El punto real no es geográfico, la espina dorsal del desarrollo y el bienestar logrado por los países radica en su organización estatal, el respeto por las normas y el grado de instituciones que han desarrollado los países, tales como los códigos, las superintendencias, y la norma de normas, una constitución a prueba de intereses políticos.

El gran problema colombiano es que la paz y el desarrollo del país han sido capturados por políticos que solo lo ven como un argumento electoral. Todos los procesos de paz vienen con su fracaso y el país político le apuesta a la ilusión de un posconflicto pacífico porque en 60 años no ha pasado nada disruptivo en ese asunto. Cada gobierno arma un proceso de paz o de aniquilamiento de la guerrilla tal como hace un plan de desarrollo o una tributaria, y los colombianos así lo asumen de forma corriente.

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