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EDITORIAL

El negocio del taxi debe reorganizarse

miércoles, 10 de julio de 2019

Es difícil llegar a contabilizar todos los movimientos que contiene el negocio del taxi, suficiente justificación para ponerle reglas, y la tecnología es la mejor herramienta.

Editorial

La pelea por el mercado que representa la movilidad de millones de personas no es una exclusividad de Bogotá, se libra en todas las grandes capitales del mundo en donde han llegado centenares de plataformas tecnológicas a morder una buena tajada del millonario negocio de los taxis y sus similares. Esta disputa obliga a que tanto los usuarios demandantes de carreras y los ofertantes como las plataformas, más las empresas tradicionales de taxis, se obliguen a responderse cuestiones tan simples como por qué existen conceptos exclusivos del mundo de los taxistas como “plantillas”, “cupos” o algo tan básico como es “por qué los taxis son pintados de colores distintivos como amarillo, rojo, blanco o negro”. Claramente, las nuevas tecnologías cambiaron todos los negocios tradicionales y Uber llegó a todos los rincones del mundo para revolucionar y sentar las bases de una nueva movilidad basada en la nueva economía que permite dar un salto en tal y como hoy conocíamos los traslados de personas en un taxi cualquiera. A Uber le han salido docenas de empresas competidoras locales y extranjeras y a estas otras plataformas que usan motos, bicicletas, patinetas, etc. El problema no es la tecnología en sí misma, es reglamentar el caos en que se han convertido estas plataformas digitales y que han desatado una fiebre de negocios en torno a la movilidad de las personas: ahora cualquier persona puede convertirse en taxista solo con una teléfono de gama baja y un carro de segunda.
Los viejos taxistas amarillos de toda la vida se han convertido en choferes de su propia empresa familiar y han iniciado una gran ola de compras de carros usados de gama baja para liberarse de las empresas tradicionales, de sus leoninos contratos por horas, sin seguridad social que los esclavizaron durante años. La venta de carros nuevos y usados en Colombia está dinamizada por vehículos destinados a “uberes” y nadie puede negar ni ocultar que la guerra por las carreras solo acaba de empezar y que al final solo quedarán quienes usen plataformas que garanticen pago de impuestos, seguridad para los usuarios y formalización. En este ambiente frenético, pero necesario, es que se debate la movilidad de cualquier ciudad del mundo, más leonino en las grandes capitales en donde no hay una institucionalidad probada y los empresarios listos quieren pescar en el río revuelto del caos.
La “guerra del taxi” en Bogotá se libra por unas 800.000 carreras diarias de en promedio a unos $8.000; unos $3 billones anuales que mueve un negocio millonario al cual se le debe poner orden para evitar problemas mayores y no entregarles las calles a los más anárquicos. Hay que sumarle además que los taxistas son el eje de otros negocios colaterales como son el consumo de combustibles, talleres mecánicos, repuestos etc. No es un asunto menor que está en manos del Distrito y del Gobierno Nacional reglamentarlo, pues llevan años sacándole el cuerpo a ponerle normas y a hacerlos pagar los impuestos. Clave que no solo el Ministerio de Transporte tenga velas en ese entierro, sino el Ministerio de Trabajo, pues la calidad del trabajo y la idoneidad de quienes prestan el servicio debe ser su labor. Los taxistas tradicionales o de las distintas plataformas son claves para el funcionamiento de la ciudad y es un imperativo que cumplan bien con el servicio que se les ha licenciado.

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