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Con un país sitiado a poca distancia y un Presidente anfitrión sin visa, es complicado que Santa Marta sea sede de una magna cumbre
La IV Cumbre de la Unión Europea y la Celac, prevista para este domingo en Santa Marta, no ha logrado el impacto de sus anteriores versiones, por la coyuntura, no por la sede
No hay que darle duro a Santa Marta y mucho menos a Colombia por la desteñida IV Cumbre de la Unión Europea y la Celac que se realizará este domingo en la capital del departamento del Magdalena, que celebra 500 años de fundación, el enclave más antiguo del continente desde la conquista europea.
Por contexto, vale la pena recordar que dichas cumbres entre europeos y latinoamericanos y caribeños comenzaron en 1999, luego en 2011 se creó la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños, como un núcleo de cooperación, concertación e integración política para impulsar una agenda, posicionar la región en temas globales y al tiempo fortalecer los lazos de cooperación con otros bloques o comunidades de países como Europa.
La idea es celebrar una nueva cumbre en territorio colombiano este fin de semana para avanzar en los ideales de la Comunidad: respeto al derecho internacional, la soberanía de los Estados y los derechos humanos, además de promocionar la democracia, el respeto al medio ambiente y el desarrollo sustentable, todos temas muy candentes en el mundo, máxime desde la llegada de Donald Trump al poder en Estados Unidos, pues es innegable que el palo no está para hacer cucharas en el continente, más aún en Colombia con el Presidente y el Ministro del Interior sin visado y proscritos por el gobierno americano. Son 33 países los que hacen parte de la Celac y se había visto la reunión en Santa Marta como un escenario idóneo para analizar la situación de la región y avanzar en caminos de cooperación.
Pero la actual coyuntura no ha sido la mejor para que los representantes de los gobiernos hagan presencia en el Caribe colombiano, pues el comentario generalizado es que no es el momento para cumbres en el vecindario con Europa cuando, a pocos kilómetros, Venezuela está lidiando con la presencia de la armada americana que combate de frente contra los carteles del narcotráfico colombo-venezolano que operan en la zona.
Con un país sitiado a poca distancia y un Presidente anfitrión sin visa, es complicado que Santa Marta sea sede de una magna cumbre que analice la geopolítica global o trace una hoja de ruta de progreso hemisférico. El mejor ejemplo de la inoportunidad es que la presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen; el canciller alemán, Friedrich Merz; y el presidente francés, Emmanuel Macron, serán grandes ausentes.
Claro que la filosofía de la Celac es bien intencionada y necesaria en este momento de crispación política global, no obstante, la sombra del poder de Estados Unidos sobre la región es enorme y muy difícil de tapar, máxime cuando es el país que de manera efectiva le está dando guerra frontal a los carteles de las drogas ilegales que tienen capturado el Pacífico y el Caribe continental.
El primer aprendizaje de esta desteñida cumbre -por ahora- es que una cita en el continente en medio de la guerra contra los narcos y sin Estados Unidos no es muy viable, así las palabras y la filosofía sea la adecuada. Muy bien por Santa Marta y por Colombia que fungen como anfitriones de un evento de talla mundial, con algunos presidentes visitantes, pero mal por la misma Celac, que debe recalcular el momento que vivimos lleno de conflictos entre países, aranceles y la cada vez mayor distancia entre los países desarrollados y los mercados emergentes.
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