El eterno problema de Buenaventura

Una de las mayores ilusiones con la llegada del actual Gobierno Nacional era que los constantes bloqueos, protestas y manifestaciones, iban a desaparecer o al menos menguar, especialmente, las que tienen que ver con comunidades organizadas que han convertido el taponamiento de las vías en una estrategia para asfixiar las cadenas de suministros del interior del país y de paso encarecer los alimentos y traumatizar el transporte.

Algo así como ensuciar el agua que se va a beber, pues los daños ocasionados por los bloqueos en las vías terminan afectando a todos por igual, a ellos mismos. La vía que conecta el interior del país con el principal puerto colombiano sobre el Pacífico, Buenaventura, es un ejemplo de ello y los bloqueos se han convertido en paisaje y una suerte de mal necesario con el que los empresarios se han acostumbrado a convivir.

Toda la semana pasada, una de las dos vías que tiene el país al Océano Pacífico, estuvo bloqueada en Loboguerrero por comunidades que protestan por todo desde hace tres o cuatro décadas. Los transportadores de carga hicieron un llamado al Gobierno Nacional para que solucione el problema de raíz y les permita trabajar con normalidad.

El permanente taponamiento de los accesos a Buenaventura hace que Colombia tenga sobrecostos en las importaciones o exportaciones de productos, situación que experimentan especialmente los cafeteros que utilizan dicho terminal portuario para sacar su grano, pero el mayor daño se hace a los importadores de otros granos de alimento para animales como maíz, sorgo o trigo, que deben cargar con sobreprecios derivados de las protestas de las comunidades que han hecho de esta actividad una forma de vida, sin que ningún gobierno central, regional o municipal logre una solución duradera.

El viejo comentario de que es más barato traer un container de cualquier puerto en China, Taiwán o Corea del Sur a Buenaventura, que transportarlo de dicho puerto al centro del país se hace realidad en estos momentos cuando el bloqueo de las vías se convierte en cultura, y por supuesto, de los costos.

Por Buenaventura se mueve más de 45% del comercio exterior colombiano y el grueso de las importaciones, es absolutamente neurálgico para la economía nacional, pero no se ha logrado estabilizar su funcionamiento, pues cuando no son los brotes de violencia derivados del narcotráfico, son las protestas de las comunidades o de los mismos camioneros que ponen el dedo en la llaga e infartan un servicio de comercio exterior que debería ser de seguridad nacional.

Es un imperativo que los ministerios de Comercio y de Transporte traten de solucionar problemas crónicos con las comunidades y con las mismas administraciones del puerto. El problema de la inseguridad debe estar en manos de la Policía Nacional y de la Fiscalía, pero la eficiencia, competitividad en el comercio exterior, el servicio portuario y la seguridad en las vías, es cuestión entera del Ejecutivo.

La gran diferencia entre la economía chilena, que dicho sea de paso desplaza a la economía colombiana como la cuarta del vecindario, es el puerto de cada país sobre el Pacífico; Valparaíso es un puerto seguro, eficiente y competitivo, mientras que Buenaventura es el mejor ejemplo de desidia y de captura por parte de la delincuencia. Si los gobiernos colombianos miraran al Pacífico, quizá una tercera parte de los problemas de seguridad y pobreza se solucionarían.