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La Junta Directiva del Banco de la República volverá a subir su tasa de interés y con ello el costo del dinero en Colombia, como fórmula única para atajar una inflación indomable
En los países desarrollados está ocurriendo una situación inédita: “por primera vez, esta generación irá a una tienda y no podrá obtener lo que quiere (...) Tenemos una generación con muchos derechos que nunca ha tenido que sacrificarse”. A esto se le ha llamado “inflación de escasez” o las consecuencias de la escasez de trabajadores, suministros agrícolas y vivienda, y de petróleo en algunas regiones, “algo que no hemos visto”. Es el análisis de la situación que recorre el mundo y que hace Rob Kapito, uno de los fundadores del todopoderoso BlackRock, el fondo que mueve un monto de capitales superior al PIB de muchos países, administra unos US$10 billones en activos e inversiones de clientes en toda la economía global.
La génesis de la indómita cabalgata de precios altos que recorre el mundo es simple: pandemia en 2020, infarto portuario en 2021, guerra en el oeste de Europa en 2022, que involucra a uno de los mayores exportadores de gas y petróleo, y consecuencias financieras de las sanciones económicas a una de las 10 o 12 economías más grandes con gran poderío militar. Son hechos indudables que tardarán en bajar los precios de los productos y servicios en todos los continentes sin excepción.
Por ahora la única arma que tienen los bancos centrales para enfrentar la inflación es subir la tasas; los gobiernos bajar los aranceles para importar maquinaria y alimentos; y los consumidores, apretarse el cinturón, pues la alta variación del índice de precios al consumidor absorbió el incremento de los salarios. Es el complejo panorama de una economía globalizada que no encuentra nuevas fórmulas para salir de una situación que no era previsible desde la conjunción de situaciones: pandemia, infarto portuario, guerra y sanciones, lo que llevará a una estanflación global como lo ha vaticinado el Banco Mundial. La estanflación es la suma de las palabras estancamiento con inflación que ocurre cuando se acelera el costo de vida en medio de alto desempleo.
Casi todas las afecciones económicas obedecen a fenómenos externos, pero parte de las soluciones son locales, como es la anticipada decisión de la Junta Directiva del Banco de la República de subir la tasa de intervención en el mercado, quizá la única herramienta a la mano. Las cuentas son muy simples: la inflación al terminar el primer trimestre estará por encima de 8%, quizá en 8,5%, mientras que la tasa del Emisor fue ajustada a 4% para amainar la variación de precios, efecto que no ha ocurrido, es más, se ha acelerado. Hoy se reúnen de nuevo los codirectores del banco central y la noticia no es si subirán o no las tasas, es en cuánto lo harán en medio de una situación compleja, pues la inflación muestra visos vigorosos asociados a altos costos de los alimentos por la escasez de la mano de obra y el precio de los fertilizantes.
La gran preocupación es que el Banco de la República sorprenda y suba las tasas de interés un punto, tal como lo hizo al final de enero para cubrir todo el primer trimestre y quede en 5% para abril y mayo, la tasa que se esperaba para junio, lo que demostraría la fortaleza de la inflación y descubriría los temores reales que tiene el Emisor sobre los altos precios en medio de un cambio de gobierno. Una inflación cerca de 10% y unas tasas en 6%, al terminar el primer semestre no son los mejores números para hacer crecer la economía y obligan a los presidenciables a dar fórmulas de cómo enfrentar esta situación.
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