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Gracias a la red empresarial y financiera tejida durante el último siglo en Colombia, el país no ha caído en manos del populismo y más recientemente en el socialismo del siglo XXI
Aún hay colombianos que recuerdan los años dorados de Venezuela en los que florecía la economía del más rico de Latinoamérica. No solo cuenta con un gran portón sobre el Caribe, sino que se abre sobre la inmensidad de la Orinoquía; tiene un pie en la Amazonía y ricas reservas naturales y mineras en el cinturón de las Guyanas. Pero literalmente es “un mundo perdido”, utilizando el nombre de la novela de Conan-Doyle.
Venezuela es un país sentado en las mayores reservas de petróleo y gas del mundo y tiene los mismos pisos térmicos de Colombia en donde se puede cultivar o hacer crecer cualquier producto agropecuario. A comienzos de los años 60, de la mano de las multinacionales petroleras de Estados Unidos, se convirtió en el mayor exportador de crudo y su riqueza per cápita casi que duplicaba a la de Colombia, que por esos años veía pasivo cómo las guerrillas procubanas se fortalecían en regiones olvidadas o inexistentes para el Gobierno.
Los años 90 fueron determinantes para el rumbo de ambos, mientras Colombia luchaba contra un estado fallido por la combinación de guerrillas más narcotraficantes, Venezuela sucumbía por la herencia de las consecutivas dictaduras del pasado, la mediocridad y corrupción de sus gobernantes y por la falta de compromiso con el futuro del país de sus empresarios, quienes hacían de Florida su verdadera patria.
Así se coló como presidente legítimo, Hugo Chávez, un ex golpista que barrió en las elecciones de diciembre de 1998 y nunca abandonó el poder hasta su muerte en 2013. El modus operandi de cómo pasó de ser un país próspero a convertirse en un exportador de pobreza y conflicto, tiene muchas causas, pero la que viene a colación es la que explica por qué Colombia era el destinado a ser la segunda Cuba, lo que se abortó en el juego silencioso de la geopolítica gracias al compromiso de las empresas que insistieron en construir país en medio de tanta violencia e inseguridad.
Colombia comenzó los años 60 con una red industrial, empresarial y financiera local en franco crecimiento y con la determinación hacer del país la tercera o cuarta economía de la región. La Fedecafé, la Andi y las Cajas de Compensación, entre otros, son los pilares sin reconocimiento que trabajaron desde entonces al lado de los grupos económicos que se la jugaron y se la siguen jugando por mantener el liderazgo en los sectores en donde se compiten de tú a tú con poderosas multinacionales. A las empresas colombianas se les debe que haya un buen nivel de recaudación, que se ocupen de 90% de los impuestos; de que haya una formalidad laboral en más de la mitad de la población económicamente activa; que se tenga un sistema de pensiones dual con unos tres millones de jubilados, y que entre otras cosas, el sistema de salud haya pasado la prueba con resultados del flagelo del coronavirus.
Colombia estaba destinada a ser un país populista, la segunda Cuba de América, a vivir lo que hoy vive Venezuela, ser más pobre e inequitativo, pero el espíritu emprendedor, la autosuficiencia, la construcción de regiones, de la mano del sector productivo le permite tener buenas universidades, una economía de mercado, respeto por la propiedad privada, más una cantidad de cosas buenas que hoy están bajo amenaza.
Claro, hay asuntos por mejorar, pero sólo se puede avanzar si hacemos arqueología de las cosas que han pasado y que nos hacen distintos.
Al amanecer del próximo lunes se sabrá el nuevo nobel de economía, uno de los premios más influyentes en las ciencias sociales, pero en medio de una realidad llena de frustraciones
El dinero enviado a Colombia creció 42% desde 2019, menos del promedio regional de 61%, la economía se debe preparar para la plata de los colombianos que viven en el exterior
Ilógico que Colombia, siendo uno de los países más ricos en ríos y lluvias, tenga problemas de suministro de agua para el disfrute humano y, más aún, que carezca de proyectos a futuro