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Aunque se han dado pasos a favor de la autonomía de las regiones, aún se evidencia el poder asfixiante del centro, lo que afecta la competitividad.
Desde que se comenzó la planeación económica y social, a finales de los 50, se ha planteado la descentralización como uno de los instrumentos con el objeto de alcanzar un desarrollo equilibrado entre las distintas regiones del país. Basta comprobarlo así en los distintos planes de desarrollo que cada cuatro años se debaten y aprueban en el Congreso y luego el gobierno ejecuta con distintos niveles de éxito. Se han logrado avances, pero es evidente que el poder del centro se sigue manteniendo y en algunos casos es evidente su poder asfixiante. Esto contradice una tendencia internacional que practica un poder creciente en la autonomía de las regiones, que las hace cada vez más competitivas y que lleva al Estado-Nación a dedicarse a los asuntos de interés general.
Por eso resulta entendible que la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (Ocde) recomiende más atención en aspectos básicos que propenden por el desarrollo regional si quiere seguir en el proceso de vinculación al organismo, reformas que parecen obvias para acercar las regiones al centro tales como mejorar las estadísticas locales, pensar en mayor descentralización en el plan de desarrollo, aprovechar las instituciones regionales, y reformar la transferencia de recursos del Gobierno. El informe dice que se debe poner en práctica la descentralización priorizando el trabajo de las organizaciones regionales y la participación ciudadana, argumentando que algunas zonas están prosperando pero otras experimentan reducción de activos incluido el capital humano, lo cual genera iniquidad y limita el desarrollo nacional.
Hay planteamientos concretos. Por ejemplo, en el caso del mejoramiento de la calidad y cantidad de las estadísticas regionales es importante la creación de un censo actualizado que defina el ámbito urbano y rural, como instrumento para diseñar una política que asigne de una manera más eficiente los recursos que el centro transfiere a la periferia. Si eso se hubiera tenido, la reforma al régimen de regalías hubiese dado mejores frutos. En cada uno de los otros aspectos hay formulaciones concretas, pero merece poner mayor atención a uno en especial: la definición de las ventajas relativas de desarrollo que tiene cada región del país y que deben ser estimuladas y promovidas, más allá de los parámetros generales para evitar que las regiones sigan teniendo como única opción la extracción de recursos naturales.
Sin duda que este tema debe ser prioridad del plan de desarrollo ajustado que debe poner en marcha el Gobierno a partir de agosto próximo, el cual debe dar mayor importancia al papel de las instituciones regionales como instrumentos asesores y de apoyo en lugar de creer que desde el centro se pueda decidir acerca de los programas y asignación de los recursos. Este tema es clave para el próximo cuatrienio.
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