Efecto avalancha que afectará el nuevo gobierno

A pocos menos de un mes de haber sido elegido como presidente electo de Colombia, Gustavo Petro, se encuentra bajo una auténtica presión económica con tasas de interés por las nubes, el precio más alto del dólar y una inflación galopante, y en medio de gran estrés político, no solo por los nombramientos clave para administrar un país de unos US$300.000 millones de PIB y un presupuesto anual de casi US$100.000 millones, sino por articular un Congreso de la República que le garantice las reformas sociales y económicas que viene prometiendo desde cuando era candidato presidencial.

Es un cambio de Presidente inusual, muy a pesar de que muchos de sus recién nombrados colaboradores tienen experiencia pública y han sido funcionarios, sino por los compromisos y promesas de campaña, el entorno local e internacional, y lo que no es menor, un delicado estado de las finanzas públicas, que están maltrechas, a pesar de que el crecimiento de la economía registra los mejores números de la región y de la historia reciente, en una suerte de contrasentido: vamos bien en términos de PIB, pero mal en los pilares macroeconómicos como son el costo del dinero, el costo de vida, el desempleo, la creciente deuda externa y el preocupante déficit fiscal que ronda 6%. Todo un negro panorama que mantiene la economía colombiana sin grado de inversión ante las firmas calificadoras de riesgo.

Al Presidente electo le toca actuar rápido, con precisión, credibilidad y la certeza de un gobernante que viene de la oposición y encarna un ideario de izquierda, pero más aún la esperanza de un mejoramiento social. No son fáciles los retos que tiene por delante, no es sencillo el panorama económico, no están bien las cuentas nacionales y la presión política y económica amenazan con pasar en pocos días de una luna de miel a una de hiel, con consecuencias insospechadas para la estabilidad nacional. Es un efecto avalancha el que se experimenta durante el cambio de gobierno y los aires de renovación del modelo económico que ha propuesto; poco se sabe a ciencia cierta sobre los pilares de la reforma tributaria, hay solo especulaciones, frases sueltas y números inexactos, pues no hay un articulado oficial; ligereza a la hora de hablar de reformas agrarias, pensionales y laborales por funcionarios con aires de figuración; lo único cierto es que se vienen muchos cambios en la manera de enfrentar los problemas que aquejan al país, en medio de un contexto complicado en lo económico desde las externalidades y mucho más desde las finanzas públicas que se reciben.

Si se viene una avalancha de situaciones anómalas, es preciso que los nuevos funcionarios clave tengan mesura en sus iniciativas, obren con precisión quirúrgica y magna responsabilidad, pero lo más importante es que deben ser conscientes de que 48 meses se pasan volando y que no pueden generar falsas expectativas que no podrán cumplir a sus electores.

Colombia, con la elección de su primer gobierno nacional vinculado a la izquierda ideológica y económica, ha dado una muestra enorme de fortaleza democrática, por tanto los beneficiados de esta elección, tal como ha sucedido con los gobernantes locales y regionales de esta ala ideológica, no deben ser inferiores a la oportunidad, coherentes y responsables con sus actuaciones. Gobernar no es fácil y pasar de la oposición crónica a orientar la nueva hoja de ruta del país no es una tarea simple.