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EDITORIAL

Diferencias entre Rey y Peñalosa hacen daño

jueves, 14 de abril de 2016
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Pobre Bogotá. si Peñalosa no logra que el Gobernador Rey no trabaje por la ciudad desde donde despacha, las diferencias entre ambos son un mal crónico

No duró ni 100 días la luna de miel entre el alcalde de Bogotá, Enrique Peñalosa; y el gobernador de Cundinamarca, Jorge Rey. Cuando fueron elegidos al final del año pasado hubo una alegría efímera al ver a los nuevos mandatarios electos compartiendo ideas y proyectos sobre el futuro de la región, pero es tanta la frustración ahora que esos mismos planes los empiezan a separar, justo como ha sucedido en la Sabana de Bogotá durante varias décadas. Las comparaciones son odiosas, pero hay que hacerlas en estos casos: el despegue de Medellín y Antioquia o Barranquilla con Atlántico en los últimos años, no tiene que ver con otra cosa distinta al trabajo conjunto o en equipo entre alcaldes y gobernadores de turno, independientemente de sus ideas partidistas y de las diferencias conceptuales de corto o largo plazo.

Bogotá y Cundinamarca dejaron de trabajar hace muchos años, quizá hasta antes de la elección popular de mandatarios locales y regionales, los últimos líderes de la capital y el departamento no se han puesto de acuerdo en asuntos clave para los habitantes de la gran ciudad y de los municipios vecinos, o mejor, conurbados en todos los frentes de desarrollo. Por ejemplo, donde más se nota la ausencia de trabajo en equipo es en la solución a los accesos a Bogotá -si se ve desde los municipios cercanos- o desde las salidas del área metropolitana, si se observa desde quienes viven en la capital. Las entradas o salidas de Bogotá son un desastre porque el Alcalde y el Gobernador de turno nunca han tenido voluntad política para solucionar graves problemas como los de la movilidad por el municipio de Soacha o La Calera. Ahora la guerra más reciente se ha desatado por la idea sobre el papel de los trenes de cercanías; sea como sea deben ponerse de acuerdo por el bien de la gente.

La movilidad entre los centros neurálgicos de Bogotá y los municipios dormitorio es el gran problema que sigue sin resolver; seguido por el uso del agua, la venta en bloque de este servicio público, y la creciente inseguridad que no tiene fronteras. La industria que se abastece de Bogotá, tanto en mano de obra como en mercado, no tiene sede urbana y el empresario tiene que someterse a normas muy distintas que torpedean la competitividad de la región. La creación de nuevos polígonos industriales o el crecimiento urbano deben ser temas tratados por el gobernador y el alcalde mayor, siempre con la ayuda de los alcaldes de los municipios. Pero el gran lío silencioso entre Peñalosa y Rey tienen que ver con las secretarías de tránsito y la normatividad nacional, en lo que tiene que ver con la expedición de licencias de vehículos de transporte público. Bogotá está lleno de carros de placa blanca de servicio público que explotan comercialmente las calles de la capital, pero pagan impuestos en los pueblos cercanos. Todas estas problemáticas debe ser resueltas con altura y sin mezquindad por el Gobernador y el Alcalde.

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