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Entre enero y marzo el país creció 0,7%, una cifra mínima que lo pone en el último lugar si se compara con las grandes economías de la región, un dato que debe mover al gobierno
A las puertas de la tercera década del siglo XXI, la idea de una economía encerrada en su proteccionismo y no enfocada en la internacionalización y en ser competitiva en un mundo globalizado, es simplemente un suicidio, de allí a que el análisis comparativo sea una obligación, pero más aún un deber o un imperativo para los gobernantes de turno, quienes tienen la obligación de hacer progresar al país.
El grueso de las economías emergentes de la región son competitivas entre sí, no son complementarias, de allí la necesidad de hacer ejercicios de cómo les va en cada una de sus actividades. Todas son exportadoras de materias primas con grandes deudas de inversión social y con el reto de la pobreza siempre pendiente.
Por ejemplo, al hacer una ronda por el desempeño de las mayores economías, Brasil, la principal de la región creció 2,5% en el primer trimestre; México hizo lo propio con 1,6% en el mismo periodo, y Argentina fue el lunar con 1,4% en terreno negativo, un país que experimenta una gran ola de ajustes en su modelo económico. En el caso de Chile, su PIB creció 2,3% en el primer trimestre y Perú se expandió 1,4%.
Así las cosas, el 0,7% de Colombia es realmente bajo, no obstante, los analistas ven el dato mejor de lo esperado, pues advierten que la reducción de la inflación es una buena noticia que puede disparar los números para Colombia en el segundo semestre vía tasas de interés más bajas, lo que se ha convertido en el chivo expiatorio del Gobierno Nacional como causante de los malos números de la economía.
Para el cierre del año se espera que el PIB crezca 1,8% y que en 2025 se regrese a la senda de crecimientos por encima de 3%, pero para conseguirlo el papel del inexistente plan de reactivación económica es fundamental. Aún no hay un alto consejero del Gobierno ni un funcionario de quilates comprometido, mucho menos un ministro que hable con datos y realidades sobre el esperado plan contracíclico, que, dicho sea de paso, debe comprometer a los sectores de la construcción de vivienda y de obras públicas en ese objetivo fundamental.
No todo depende de las tasas, el papel del Estado es clave en la ejecución de las inversiones, en hacer andar el plan de desarrollo y honrar las promesas de la campaña presidencial de ejecutar obras de transformación real.
Colombia no puede seguir siendo el colero del crecimiento en la región con cifras menores a un dígito; no solo por temas de competitividad internacional, sino porque es imperativo sacar a más colombianos del estado de pobreza en que se encuentran. No tiene justificación que el Gobierno se siga oponiendo al rol que juegan en la economía las industrias extractivas, que bien les aportan impuestos e inversiones a las regiones más necesitadas, claro está que no pueden ser petróleo, carbón, cobre u oro, por simple crecimiento del PIB, debe haber una espina dorsal sostenible en donde todas esas actividades extractivas, malas o perjudiciales para el ambiente, sean mitigadas con parámetros modernos de responsabilidad social.
No hay manera de que Colombia salga de la cola del crecimiento sin que el petróleo vuelva a jugar un papel determinante; desde que se habla del tema ambiental y de desacelerar la extractividad, el país económico no ha logrado avanzar en diversificar otras actividades, lo que también es un imperativo, una tarea que aún no se ha hecho, entre tanto, mientras eso se logra, hay que hacer crecer el país con lo que sabe hacer.
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