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La tendencia social, no solo en Colombia, sino en el mundo, es la polarización de las ideas que olvidan el bien común y privilegia al individuo.
Es sorprendente el nivel de radicalización que ha adquirido la campaña política en Estados Unidos, en la que lo menos importante parece ser el debate de ideas acerca de propuestas para darle espacio al ataque personal y al destape de los asuntos privados entre los aspirantes a regir los destinos de la gran potencia en los siguientes cuatro años. La situación no es insular sino consecuencia de un estado de ánimo de un electorado defraudado y incrédulo sobre las soluciones que plantea la clase política que según muchos de los ciudadanos no convencen para la solución de las necesidades.
Aunque el tema es relevante por ocurrir en la primera potencia económica y política del mundo, no es el único caso; la tendencia se extiende por muchos países dándose un ambiente populista especial, que no nace de corrientes políticas tradicionalmente moderadas o de izquierda sino de posiciones populistas extremas de derecha que paradójicamente rechazan al mismo establecimiento o plantean retornar a modelos nacionalistas de ultranza y de protección de las fronteras, pero en cualquier caso está como protagonista el manejo de los políticos. Lo que ocurrió en Gran Bretaña fue el producto de la pérdida de confianza de la gente en un modelo global que se había ofrecido como la solución a los reclamos sociales y económicos. Sin embargo, la clase política no pudo mostrar resultados concretos y lo que se alcanzó fue una gran polarización ciudadana, cuyas consecuencias son difíciles de prever y el retorno a la normalidad resulta difícil.
Hay casos en lo que parecía imposible que se diera esa contaminación polarizante, como Austria, una economía sólida y alto nivel de bienestar, pero en el que se nota gran insatisfacción con el gobierno por corrupción, reformas incompletas y problemas administrativos. Después de la anulación de las elecciones presidenciales por irregularidades en el conteo de votos, la ultraderecha parece lograr canalizar el inconformismo ciudadano. En Francia y Alemania se germina un panorama similar con movimientos como el Frente Nacional y la ultraderechista Alternativa, respectivamente. Y en España una división de los partidos políticos ha impedido conformar un gobierno estable. No lejos están Brasil, Venezuela y Argentina, en los que hay una mezcla de crisis política y económica con prácticas de corrupción e inestabilidad institucional.
Aunque por asuntos distintos, nuestro país no escapa de esa polarización política, como quedó demostrado el pasado 2 de octubre con el plebiscito y sin duda buena parte de la explicación está en la baja credibilidad de nuestra clase política, que debería llevar a una evaluación sobre el cumplimiento de su función social y capacidad para organizar y unir a los colombianos y no inducir a la división en los temas de mayor trascendencia para el bienestar y progreso nacionales.
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