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ANALISTAS

Qué pasó en Chinchiná

martes, 19 de febrero de 2013
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En la pasada reunión de  “acuerdos para la prosperidad” en Chinchiná se dice que el Sr. Presidente Juan Manuel Santos terminó disgustado ante el descontento de los campesinos que  a su vez eran miembros de los comités municipales de cafeteros. La asistencia de estos se suponía  condicionada a aplaudir al gobierno y a la institucionalidad. 

 
Este descontento general,  que no se compadece con el anuncio de importantes apoyos a los caficultores y la posibilidad de ampliarlos si los precios continúan bajando, comprueba que la crisis cafetera es mucho más grave de la que reconoce la institucionalidad. Las pérdidas que genera el cultivo de café no permiten a los campesinos la alimentación de su familia y mucho menos ejecutar la indispensable fertilización de sus plantíos para mantener la producción. 
 
De ser cierto que la pobreza extrema en Colombia solo afecta al del 12,5% de la población, entonces los tres millones de personas que conforman las familias cafeteras aportan el 50% de estos, ya que los ingresos de estas familias solo promedian $1.800.000 anuales -US$1.000-. 
 
La producción de café no se podrá recuperar en medio de estas circunstancias, tampoco con la teoría de que entran a producción nuevas hectáreas renovadas sin tener en cuenta que cada año también se retiran igual cantidad para ser renovadas como lo exigen las buenas prácticas. Con este desconocimiento de la realidad se oculta que la actividad vive una dramática situación de deterioro que destruye centenares de miles de empleos, empobrece a los campesinos y afecta gravemente la economía de seiscientos municipios cafeteros.
 
Para encontrar soluciones debemos en primer lugar aceptar que la actividad cafetera está en grave deterioro y debe de protegerse a cualquier costo, tanto por el bienestar social y económico que requiere el sector rural como también porque los precios se deben de recuperar. 
 
Con la excepción de Brasil,  que devaluó en un 30% su moneda, la crisis de precios del café arábica que cultiva Colombia es mundial y esto consecuentemente desestimula la producción hasta un punto que obligatoriamente recuperará los precios. Además, hoy en día y comparativamente con el pasado, no existen inventarios que soporten una menor oferta. Estos inventarios en su totalidad -tanto de importadores como de productores-  son suficientes para solo tres meses de consumo-. 
 
Dadas las circunstancias el  Presidente terminó la reunión con el anuncio de una comisión que analice profundamente la crítica situación de la actividad cafetera que se acerca a un punto de no retorno. Esta decisión es una puerta que abre el gobierno y que debemos de aprovechar los caficultores. Se necesita ampliar el diálogo antes de ejecutar protestas que aunque se pretendan  pacíficas, ponen en riesgo la seguridad de los campesinos.
 
De trascendental importancia será que la comisión que presidirá el  Dr. Juan José Echavarría esté conformada por miembros que sean empresarios que tengan experiencia  sobre la actividad productiva y comercial del café, como también en cuestiones administrativas y financieras que contribuyan a estructurar una institucionalidad más eficiente y eficaz. 
 
Bienvenida y en buena hora la nueva comisión cuya misión debe de desempeñarse en un marco de dialogo democráticamente abierto, pragmático y sensato para reconvertir la actividad y las instituciones en mecanismos de paz y bienestar social.

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