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¿Qué más dijo el FMI?

martes, 31 de marzo de 2015
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La semana pasada el FMI terminó su visita rutinaria a Colombia y rindió el informe acostumbrado.

Hizo, en primer lugar, un merecido homenaje a Colombia por la calidad de sus políticas macroeconómicas cuya solidez arranca con las normas de sostenibilidad fiscal que se aprobaron a comienzos de la administración Santos. Las cuales nos han permitido ocupar un puesto privilegiado en la región en términos de crecimiento económico.

En segundo lugar, después de pasar revista a los nubarrones que oscurecen el panorama económico en todo el mundo, pronostica para Colombia un crecimiento en 2015 de 3,5%. Lo que  resulta casi un punto porcentual  por debajo de lo que aún es la proyección oficial del Gobierno.

Ante la caída de los precios del petróleo -que da por descontado va a durar un tiempo relativamente largo- recomienda diversificar las exportaciones del país para no depender tanto de los hidrocarburos y de la minería.

Pero no todo fueron elogios por parte del FMI: da una campanada de alerta sobre la situación fiscal del país. Según el Fondo, esta no es buena. Y presenta al respecto un conjunto de recomendaciones amargas que no serán de fácil digestión. Muy similares a las de la Ocde: reforma tributaria estructural, reforma pensional, más IVA, reducir exenciones, menos presión fiscal sobre las empresas y más tributación sobre personas naturales y eliminación del impuesto al patrimonio en el mediano plazo, entre otras.

Este informe es, en el fondo, una diplomática balota negra que se suma a las muchas que  ha recibido la improvisada reforma tributaria que se  tramitó a finales del año pasado. Y que por su sesgo antiempresarial, cuanto más pronto se revise, mejor.

Es apremiante, por ejemplo, que se produzca pronto el “marco fiscal de mediano plazo de 2015” para que sepamos dónde es que estamos parados en materia fiscal, exactamente. Este importante documento es el que suma y resta todas las informaciones disponibles de la hacienda pública del país. Hasta el momento todo se ha ido conociendo en dosis homeopáticas.

Por ejemplo, el recaudo de impuestos cayó en el primer bimestre de este año  4,4%, según datos oficiales de la Dian, comparado con el mismo bimestre de 2014. Desde 2009 no se observaba un descenso en los recaudos tan marcado en los primeros meses del año. Y es un indicio  de que la reforma de 2014 no quedó bien hecha.

La caída de la actividad petrolera (para no citar sino un indicador: en el  primer bimestre la sísmica se redujo en un 95%),  no es tampoco un indicio halagüeño de que por ese lado se vayan a recuperar los ingresos tributarios. Y mucho menos con los actuales precios del crudo.

Vamos pues,  o deberíamos ir según lo recomienda el FMI, hacia una nueva reforma tributaria  en este año. Pero, ¿es ello factible? ¿Existe la voluntad política suficiente para encararla con el rigor que las circunstancias reclaman?

Recordemos que 2015 es un año  de elecciones, lo que hará mucho más difícil emprender  una reforma fiscal seria y ordenada. Recordemos que el año pasado se malogró la ocasión de haber hecho una reforma estructural cuando se optó  por la vía de la colcha de retazos. Recordemos que la misión de expertos que se convocó recientemente (y que como lo han reiterado sus miembros no se va a ocupar de las urgencias fiscales sino que presentará una visión de mediano plazo), muy difícilmente alcanzará a presentar sus conclusiones antes de 2016. Salvo lo relacionado con el control a las entidades sin ánimo de lucro. Con lo cual, una reforma estructural  en base a las recomendaciones  de esta misión se aprobaría el año entrante, para que entre en vigencia en 2017. Muy tarde.

Recordemos, por último, que aún tomando en cuenta los mayores recaudos que generará la reforma de 2014 (sobre los cuales ya  hay muchos interrogantes), entidades  serias como Fedesarrollo consideran que hay un faltante anual a partir de 2015 en las cuentas fiscales del país del orden de un punto del PIB, o sea $8 billones. Y eso sin tomar en cuenta la financiación del posconflicto sobre el cual prácticamente no hay provisiones presupuestales.

A la situación fiscal que ahora señala el FMI hay que pararle bolas. El Ministerio de Hacienda no debería asordinarla con datos parciales o innecesariamente optimistas. Entre otras cosas, para que cuando el FMI nos visite de nuevo encuentre motivos para volvernos a felicitar. 

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