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¿Por qué las Cortes fallan en contra de las empresas?

miércoles, 24 de febrero de 2016
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Los recientes fallos de las cortes, particularmente la Corte Constitucional, han sido interpretados por el sector empresarial como un ataque directo a sus intereses. 

Aunque los dirigentes gremiales son característicamente parcos en sus declaraciones, es evidente que hay gran malestar por decisiones como la que evisceró las procesos de autorización express de los llamados Pines, o la que suspendió la apertura de El Quimbo y recientemente la que bloqueó la explotación del campo de Quifa y la que paralizó la explotación en Cerromatoso.

En privado los empresarios manifiestan su incomprensión por los fallos, argumentando que sus inversiones traen progreso en zonas históricamente marginadas.  Además, dicen, las empresas generan alternativas de empleo bien remuneradas que, de no ser por su presencia, simplemente no existirían en estas poblaciones. Por otra parte, es evidente que las empresas se han convertido en las principales fuentes de recursos fiscales, tanto para el Gobierno Nacional como para las regiones, que reciben cuantiosas regalías.

Algunos sin embargo van más allá. Los fallos, en su opinión, constituyen una persecución judicial motivada de los sesgos ideológicos de los jueces. Los más vocales caricaturizan las decisiones como “castro-chavismo” judicial y alegan que la formación “mamerta” de numerosos magistrados les impide comprender la problemática económica de una manera racional. 

Es cierto que la conformación de una de las cortes, la Constitucional, tienen un claro origen político, como es explícito en la arquitectura institucional. Los magistrados de este tribunal son elegidos por el senado de la República de ternas que en una tercera parte provienen del presidente de la República.

También es cierto que en la actual corte constitucional priman magistrados que se podrían ubicar ideológicamente en la centro-izquierda y que la importancia de la inclinación política de los mismos, ingenuamente desconocida por quienes los eligieron, esta teniendo un impacto significativo en las decisiones.

Pero de ahí a calificar a la corte constitucional, y para estos efectos a la corte suprema y al consejo de estado, de quintacolumnismo marxista hay mucho trecho. 

¿Por qué entonces las cortes fallan como fallan? La respuesta, tal vez, se encuentra no en los magistrados sino en los ciudadanos. Independientemente del alcance de la constitución y las leyes, que son sujetos de amplia interpretación en el sistema legal nacional, existe una creciente desconfianza por parte del colombiano común sobre lo que hacen las empresas privadas, particularmente las de mayor tamaño.

En algunos renglones económicos, como el minero-energético, el de infraestructura, el financiero y la agroindustria, la impresión que tienen muchos compatriotas es que los empresarios les aplican la regla del embudo: lo ancho para ellos y lo delgado para nosotros.

Apreciación equivocada, sin duda. Simplista, injusta y contraproducente. Pero persistente.

A pesar del crecimiento significativo de la economía y la consecuente reducción de la pobreza durante la última década, de la ampliación de los servicios estatales y de la implementación de un incipiente estado de bienestar, muchos compatriotas sienten que no les ha tocado un pedazo adecuado de la torta de chocolate. Y que las empresas no solamente se han atragantado con el resto sino que además son las dueñas de la harina, el azúcar, el caramelo, el frosting y hasta de las velitas. 

Los magistrados de las cortes, que en su mayoría provienen de la clase media, muchos con orígenes en la provincia y con historias personales de superación, se identifican plenamente con los valores del colombiano común. Sus decisiones, por lo tanto, tienen en el fondo un ánimo reivindicatorio de un estado de cosas que consideran desequilibrado. 

Los empresarios deberían entender porque se están produciendo estos fallos judiciales y tomar medidas para cambiar la percepciones sociales que los sustentan, en vez de despotricar en los cocteles capitalinos en contra de los que las producen.  
 

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