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Con ocasión de la renuncia del Gerente General de la Federación Nacional de Cafeteros, Dr. Luis Genaro Muñoz, se ha vuelto a poner sobre la mesa el informe de la Misión Cafetera. Uno de los puntos de mayor debate, es el relacionado con la recomendación de algunos de sus miembros de acabar con las ayudas que el Estado da a los cafeteros, especialmente cuando el precio interno se deprime por la caída de los precios internacionales. Como lo que disminuye es el precio del grano más no el precio de los insumos, el precio de producción supera el de venta y por lo tanto es ahí donde el Estado debe meterse la mano al bolsillo para mantener un precio de sustentación mínimo de compra, evitando la ruina del caficultor. Así se implementó el programa de Protección del Ingreso Cafetero, PIC, que bajo un nombre u otro ha sido desde muchos años atrás un subsidio a los cafeteros para no dejar caer el precio por debajo de los costos de producción.
Algunos miembros de la Misión Cafetera piden el desmonte de los subsidios, que “no haya más papá Estado”. Esto bien podría aplicarse en un Estado que ofrezca a sus agricultores condiciones aceptables para que compitan con sus pares de otros países. Pero en un país donde las vías rurales por donde los campesinos deben transportar su café están en pésimas condiciones, donde el atraso en infraestructura vial alarga los tiempos de viaje de las cosechas hasta los centros de comercialización y más aún hasta los puertos, en un país donde no existen distritos de riego, donde las condiciones de salud de la gente que trabaja en el campo son frágiles por la ausencia de un sistema de salud medianamente aceptable, no es posible sostener que el Estado debe negarle la ayuda a los cafeteros. Lo que sí es posible es que dicha ayuda se distribuya diferente para que sea más equitativa y beneficie más a los productores pequeños y medianos, que representan cerca del 92% de las 560.000 familias que se dedican al cultivo del grano. Para citar un ejemplo, en el departamento del Cauca, cuarto productor de café del país, mas de 90.000 familias se dedican a la caficultura y el promedio de su tierra cultivada es 0,8 hectáreas, como quien dice un minifundio, en el que la mano de obra es la misma familia que trabaja para sobrevivir.
Lo anterior indica que el Estado debe ayudar al campesino, no solo al caficultor porque esto es excluyente, sino a todos aquellos que viven en el campo o del campo.
Ad portas de un relevo en la Gerencia de la Federación Nacional de Cafeteros, es justo reconocer los logros obtenidos bajo la administración del Dr. Luis Genaro Muñoz entre los años 2009 y 2015. Durante este periodo, el Dr. Muñoz lideró un ambicioso plan que permitió renovar 631.000 hectáreas de café, de un total aproximado de 950.000 que hay en el país. Este logro valiosísimo permitió el crecimiento de la productividad por hectárea pues, mientras que en 2009 era de 10,2 ss/ha, en 2015 se elevó a 15,3 ss/ha. De igual forma mientras que en 2012 se produjeron 7,7 millones de sacos de café, en 2013 la cifra aumentó a 10,9 millones y en 2014 llegó a 12,1 millones de sacos.
Mientras que en 2012 y 2013 la producción de café en el país tuvo un precio de $3,4 billones, en 2014 fue de $5,2 billones.
En el año 2012 se exportaron 7,2 millones de sacos de café, en 2013 la cifra aumentó a 9,7 millones y en 2014 se elevó a 11 millones de sacos de café.
Las cifras hablan por sí solas.