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Me refiero una vez más a la inversión productiva expresada en los mercados de capital en cualquiera de sus concepciones, privado o público, que considero la única y auténtica espina dorsal y médula ósea de la economía; porque creo que esto no ha sido debidamente ponderado por los departamentos y municipios al momento de definir las apuestas y vocaciones productivas, como lo voy mostrar.
Sostengo que la inversión es la columna vertebral de la economía porque cumple varias funciones similares tales como servirle de elemento de apoyo estático y dinámico al sostener el centro de gravedad, permitiendo que se mantenga parada y no caída, sin perder el equilibrio. Además se forma de vértebras asimilables a los sectores productivos, algunos dotados con discos que les dan mayor flexibilidad.
Además, así como la espina dorsal le sirve de soporte al cráneo y el cerebro, igualmente la real utilidad de la inversión proviene de la base de las decisiones racionales e inteligentes que debe conllevar. También se asemeja a la médula ósea porque esta produce las células de la sangre, de la misma forma la inversión con sus rendimientos se reproduce, autorrenueva y diferencia cómo y dónde quiera.
Por lo tanto, el qué tan bien parada esté, así como la altura, vigor y dinamismo de las economías, dependerá de la clase de inversión asentada en las regiones, la cual marcará la pauta en términos de tasas de crecimiento y desarrollo sostenible y equitativo, fundamentado ante todo por la generación de riqueza compartida, o por el contrario de tipo rentístico, concentrador de ingresos y destructor ambiental.
Al parecer y como lo demuestra la evidencia, el patrón de inversión que caracteriza nuestras regiones tiene ese lánguido último parecer, manifestado principalmente en las apuestas que las caracterizan que tienden a no salirse del alcance marcado por las ventajas comparativas, con la típicas y recurrentes respuestas de política de fortalecimiento endógeno de capacidades, lo cual es válido, pero insuficiente.
Vale decir entonces que esto es seguir haciendo más de lo mismo y conservar la pobre tendencia de mejora marginal de la productividad y la competitividad, que no alcanza a transformar favorablemente el aparato productivo y la economía, con el agravante que cada día nos cogen cada vez mayor distancia y ventaja los países que identificaron cuáles inversiones favorecen mejor los intereses generales.
Al respecto un ejercicio que no nos hemos detenido a realizar debidamente, desde lo nacional a lo local y viceversa, es el relacionado con definir cuáles profesiones, así como oficios tecnológicos y técnicos tienen mejor futuro conforme evoluciona la sociedad y la economía del conocimiento imperante a escala global, independiente de lo evidente que puedan parecer las vocaciones productivas regionales.
Es que definitivamente son muchos los campos productivos en los cuales existen ingentes oportunidades para desarrollar y/o fortalecer competencias y capacidades proclives al conocimiento y la innovación, muchos de ellos inexplorados por las regiones entre otros los relacionados con el máximo despliegue de las ingenierías, del diseño en todas sus expresiones, de la biología y la medicina, entre otras.
Sobre el particular, a parte de la educación universal de calidad con los más altos estándares globales, desde lo pedagógico, hasta la consistencia y pertinencia de los contenidos para satisfacer las exigencias del actual tinglado productivo, aún indudablemente con mucho camino por recorrer para llegar a tal destino; debemos incorporar permanentemente nuevas competencias en tales frentes.
Una vez definidos cuáles serán los oficios del futuro, hay que pensar en como fomentarlos y fortalecerlos, pero sobre todo cómo abrirles oportunidades dentro del contexto emprendedor y laboral, para lo cual será necesario atraer, movilizar y asentar las masas críticas propias de la inserción a la sociedad del conocimiento, el capital humano y la inversión productiva de clase mundial, que he descrito antes.
Esta situación se debe, entre otros motivos, a la falta de visión y dirección hacia dónde queremos movernos, lo cual más que un problema regional en la definición de las vocaciones productivas, es una responsabilidad y tarea pendiente por resolver desde el gobierno nacional, en la que no se ha concentra por considerarla marginal y por el enfoque politizado de gestión. ¿Cuándo será que esto cambiará?
Por poco tiempo que le falte es demasiado si lo que quiere es incinerar una relación bilateral que pasa por su peor momento en un siglo. Los demagogos rara vez acaban sufriendo el daño que causan
Estos enfrentamientos no solo pueden menoscabar los lazos familiares, sino que, en última instancia, pueden llegar a amenazar e incluso destruir el emprendimiento y las empresas que se han construido con tanto esfuerzo