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¿Inteligencia o carácter definen los resultados educativos?

domingo, 20 de enero de 2013
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Las condiciones socioeconómicas de los estudiantes tienen un profundo impacto en la calidad educativa a la que acceden. Por ejemplo, según el Reporte 2010 Educación para Todos de la Unesco, basado en los resultados de las últimas evaluaciones PISA, en Brasil, México y Uruguay, los hijos de padres pertenecientes al cuartil social superior obtuvieron resultados en matemática entre 25% y 30% más altos que aquellos en el cuartil más pobre. 

 
El debate sobre la reforma educativa, tanto en América Latina como Estados Unidos, se ha enfocado en factores que se producen dentro de la escuela o del aula, como el entrenamiento de los maestros, la evaluación de los alumnos o el uso de tecnologías. Si bien son todos temas fundamentales para mejorar la educación, dejan de lado otros asuntos principales, relacionados con las capacidades cognitivas de los alumnos, las condiciones de sus familias, o la situación inicial de pobreza de la que provienen. 
 
En su más reciente libro, Paul Tough realiza una muy interesante explicación de estos factores. Siguiendo la tradición de otros autores, como Steven Brill en “Class Warfare” o Tony Wagner en “Creating Innovators”, el autor nos introduce en nuevas teorías, investigaciones y conclusiones científicas a través de la historia de varios personajes, desde alumnos hasta docentes y emprendedores sociales ya muy reconocidos en Estados Unidos, como David Levin, fundador de KIPP, y Dominic Randolph, director de la escuela Riverdale Country School. 
 
Paul Tough muestra con claridad en “How Children Succeed” que las condiciones socioeconómicas de los niños impactan en la formación de su carácter y, por tanto, en sus logros educativos. “En rigor de verdad, los chicos que crecen en familias pobres en Estados Unidos están teniendo un desempeño muy malo en las escuelas. Ahora, con mucha más información disponible después de la implementación de No Child Left Behind acerca del desempeño educativo y las condiciones socioeconómicas, está claro que la brecha educativa entre los alumnos ricos y pobres se está ampliando”. 
 
Esto es particularmente cierto entre la población hispana, la primera minoría étnica en los EE.UU. De acuerdo a un informe del Departamento de Educación de los EE.UU. en base a la última evaluación PISA del año 2009, en la escala de lectura los estudiantes blancos y asiáticos obtuvieron resultados promedio más altos (525 y 541, respectivamente) que los puntajes de la Ocde y EE.UU., mientras que los estudiantes negros e hispánicos obtuvieron promedios inferiores (441 y 166, respectivamente). Por otro lado, si bien registran altas tasas de enrolamiento, la tasa de deserción en este grupo es la más alta del país.
 
“El debate educativo está usualmente enfocado en temas internos de las aulas, pero éstos no son los obstáculos más graves para el progreso académico que los alumnos pobres, y sobre todo los muy pobres, a menudo enfrentan: a saber, un hogar y una comunidad que crea altos niveles de estrés, y la ausencia de una relación estable con sus tutores que les permitiría a los niños manejar ese estrés”, argumenta Tough en su libro. 
 
El desarrollo educativo y más tarde profesional de los estudiantes tiene más que ver con su carácter, con cualidades como perseverancia, consistencia, curiosidad, optimismo y control personal, que con la inteligencia o memoria, resultados medidos por exámenes escolares como el SAT. Ejemplos como el de KIPP, con su reporte o boletín de carácter, o el modelo desarrollado por Riversdale Country School son muy buenos ejemplos de cómo llevar este hallazgo a la práctica.
 
Como dice el autor, los niños que crecen en ambientes familiares estresantes, ya sea por temas emocionales o materiales, generalmente tienen mayores dificultades para concentrarse, para sentarse quietos, para recuperarse de los errores y de los tropiezos, o también seguir sugerencias y directivas, todas variables con un impacto directo en su ‘performance’ escolar.
 
Los argumentos de Tough, que han generado mucho debate en Estados Unidos, parecen darle la razón a los pensadores de centroizquierda, que sugieren que con buenas políticas públicas se puede influir en las condiciones socioeconómicas y así impactar en los condicionamientos de los estudiantes de menores recursos sobre sus resultados educativos. Pero también le da razón al ala más conservadora del debate, aceptando que el carácter, las cualidades personales y el rol de la familia son fundamentales para el éxito educativo y profesional de los estudiantes. Programas como Oportunidades en México, o Bolsa Familia en Brasil, o Juntos en Perú, parecieran apuntar en esa línea. Tal vez Estados Unidos pueda aprender de sus vecinos del Sur en esta área.

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