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ANALISTAS

El sentido básico de la formación profesional en el siglo XXI

viernes, 31 de octubre de 2014
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En la actualidad los rankings para evaluar el escalafón obtenido por las instituciones de educación superior, solo evidencian los resultados obtenidos. En poco o nada, evalúan las condiciones sobre las cuales termina siendo formado el profesional, que por ley o responsabilidad, debe presentar pruebas para evaluar su conocimiento. Los resultados obtenidos expresan lo siguiente: los profesionales no leen, no saben escribir, les cuesta presentar proyectos y su capacidad dialógica es inexistente o nula. 

La inquietud de la formación profesional pasa por el rasero de los docentes que conviven semestre tras semestre con los estudiantes. Al respecto, el saber escribir, leer y proponer, debe ser entre otras, fuente ineludible de la correspondencia entre lo que implica ser docente, en tanto el ejercicio de la enseñanza, el ejemplo a seguir, y el proceso de llevar de la mano a los estudiantes hasta su máxima consagración.

Todavía no se entiende, a qué hora y con qué tiempo, un estudiante promedio prepara entre seis u ocho trabajos por asignatura-semestre de la universidad, bajo qué rasero o rigor metodológico se observa lo generado en dichos trabajos por los estudiantes y los mismos docentes, que en su justa medida, no tienen tiempo para revisar trabajos de distintas magnitudes numéricas en cuanto a hojas, prueba de que el llamado a los trabajos no cuenta con un rigor básico del método a aplicar tanto en tema, como en redacción o escritura.

En el tiempo, en promedio, el estudiante universitario termina realizando entre 360 a 720 trabajos durante la carrera, y aun así, llega a niveles pos graduales, desconociendo sobre lectura, normas de escritura, presentación de trabajos y generación de propuestas, a diferentes escalas. Y en razón de ello, el trabajo termina más unido a la forma que al fondo, y peor aún, generando preguntas básicas sobre el recorrido hecho en su formación, que al final, no le ha permitido ni siquiera aprehender a escribir, leer y proponer.

Es poco conocido el desempeño que tienen los profesionales universitarios con respecto a sus capacidades escriturales, léxicas, propositivas  y aun personales, entre otras. En evidencia, se asume que la consecución del título es la máxima que otorga el derecho a pasar por alto, los básicos vínculos de lo que implica formarse como profesional. 

Retahílas como: no hay tiempo para leer; si estudio una maestría es solo para ser docente; escribir es para los profesores; la formación bilingüe es para los diplomáticos; entre otros avatares que empañan el real vínculo de lo que implica formarse como profesional.

Escribir, leer, saber presentar proyectos, propuestas de consultoría, estudios, convocatorias abiertas y públicas, hace parte de esa fuente de ejercicios profesionales que todo egresado debe allanar, si efectivamente comprende la trascendencia del título adquirido. 

Es mejor, a manera de sugerencia, que en las asignaturas universitarias se repiense el exceso de contenidos y de trabajos, que no rescatan la naturaleza básica de dichos ejercicios, aparte de los comentados. Por ende, es hora de rescatar la trascendencia de un solo trabajo durante todo el semestre, sobre el cual se pueda garantizar además de la información y transmisión de conocimientos, que el estudiante es capaz de contemplar una idea y de paso, proponer, plantear, bajo una excelente escritura, capacidad dialógica y profunda lectura.  Y de paso, pasar de ese sin número de trabajos, a unos pocos más racionales, para que se pueda cumplir la formación completa. 

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