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En la más reciente encuesta de Invamer ( Gallup Poll 116) realizada entre el 7 y el 19 de diciembre, se encuentran interesantes manifestaciones de la opinión ciudadana sobre diferentes aspectos, instituciones y personajes de la vida nacional, las cuales motivan la reflexión de los lectores.
Estos registros, sin duda alguna, sugieren inaplazables y eficaces tareas, entre otras: Recuperación de la confianza en el sistema judicial; los partidos políticos tienen que reformarse a tono con las exigencias del momento y máxime en el escenario del posconflicto para que sean fieles intérpretes de los anhelos ciudadanos a través de las diversas ideologías; obviamente las coyunturas presentes y futuras de Colombia requieren de un Presidente con alto nivel de credibilidad que le facilite actuar como factor de unidad nacional, tal como lo ordena la Constitución, que tienda puentes de reconciliación entre las diferentes regiones y sectores de la población; el éxito del proceso de paz firmado con las Farc se consolidará con instituciones fuertes, eficaces, eficientes y confiables. La corrupción pública y privada y la politiquería en buena parte son las causantes de este preocupante y creciente deterioro institucional.
Con instituciones débiles no crece la Democracia, ni se logra la paz ni la seguridad ciudadana, ni se derrota la pobreza, toda vez que genera espacios propicios para la corrupción.
De no corregirse esta crítica situación, es muy probable que sea aprovechada en las próximas elecciones por propuestas populistas que motiven a la ciudadanía con mentiras y desinformación , a expresar su descontento y entrar a escenarios inciertos.
En esta tarea se impone una responsable actuación de la ciudadanía, que despojándose de fanatismos de toda índole, analice objetivamente las diferentes propuestas y tome una decisión racional, la que más convenga a Colombia. La indiferencia con el acontecer de nuestra Democracia solo sirve a los carteles responsables de su deterioro, que se confabulan con organizaciones criminales, muy hábiles en manipular a la gente con consignas beligerantes y emotivas. Con gente indiferente no es posible construir una país diferente, civilizado y enrutado hacia al progreso de la comunidad, para lo cual es decisivo el imperio de la Ley y el desempeño de instituciones sólidas en confianza y respeto ciudadanos.