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ANALISTAS

De la autosuficiencia a la dependencia

viernes, 26 de julio de 2013
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En el año 1990, Colombia era un país autosuficiente en la producción de alimentos, algunos de ellos en grandes cantidades terminaban industrializándose, como fue el caso del trigo y la cebada que se utilizó para la fabricación de la cerveza. Actualmente, su producción ha desaparecido para dar paso a las importaciones de Estados Unidos y Canadá, países en los que su alta tecnología y los inmensos subsidios al productor agrícola y ganadero, abaratan la producción y los precios al consumidor.
 
A diferencia de otras épocas, hoy importamos casi dos millones de toneladas de alimentos, de enero a mayo de este año, especialmente cereales, frutas y vegetales.  
 
¿Por qué si somos un país verde, con grandes extensiones de tierra, aproximadamente 50 millones de hectáreas aptas para ser cultivadas, no lo hemos podido hacer? Son varios los factores que inciden  en ello. El más grave ha sido la violencia sin cuartel a la que ha estado sometida la población campesina y la que desarrolla labores en el campo. 40.000 secuestros en las últimas cuatro décadas, para hablar de un solo delito, la mayoría en las zonas rurales, lo evidencian. 
 
El otro aspecto que se ha convertido en un azote para el campesino es la falta de una política estatal, decidida, clara y sólida de ayuda. La ausencia de infraestructura es el cáncer del campo; sin distritos de riego, sin buenas vías, sin centros de salud aptos, sin financiación con líneas de créditos blandos para el agro, es imposible que el campo sea rentable.
 
En Colombia existen 21.5 millones de hectáreas aptas para la agricultura, de las cuales solo  4.9 millones están dedicadas a la producción agrícola. Esto indica el gran potencial que tenemos para convertirnos en una despensa alimenticia autosuficiente y exportadora. Hay zonas del país en  que producir es mucho más costoso por las grandes inversiones que se deben hacer para adecuar y mejorar la calidad de la tierra, como por ejemplo la altillanura, donde existen 3.5 millones de hectáreas aptas para producir una vez se adecuen. En este momento existen aproximadamente 300.000 hectáreas dedicadas a la producción a gran escala, que representan el 8.5% de la cifra anterior, adecuadas y dedicadas a la producción de palma, soya, caucho, granos y cereales.
 
El departamento del Vichada tiene 105.000 km cuadrados, el tamaño de Guatemala; una bajísima densidad poblacional: 0,97 habitantes por km cuadrado. Esto indica que es perfectamente compatible con el desarrollo de proyectos productivos a gran escala para hacer de Colombia un país autosuficiente en alimentos. 
 
Una política así debe producir la reducción de costos de los alimentos al pueblo colombiano por la importante oferta.
 
Los desarrollos a gran escala no son excluyentes con aquellos de mediana y pequeña escala, primero porque en Colombia hay tierra suficiente, segundo porque las grandes inversiones terminan valorizando las tierras propias y el entorno, y tercero porque se puede y se debe fomentar los diferentes tipos de asociaciones entre unos y otros. Lo grave sería consagrar una política de producción a gran escala que excluya el desarrollo de la producción del pequeño agricultor o viceversa; lo primero traería un grave problema social inaceptable y, lo segundo nos llevaría a mediano plazo a la desaparición del campesinado por cuenta de las importaciones y a una gran inflación en el precio de los alimentos.
 
Reglas claras necesitamos para que unos y otros puedan trabajar; las reservas campesinas creadas desde 1994 por la Ley 160, también caben en este modelo de desarrollo, siempre y cuando sean para que el estado proteja al campesinado, preserve la tradición familiar de sus predios, garantice su desarrollo integral y el de sus tierras y sobretodo, proteja su libertad que debe incluir el libre ejercicio democrático. Jamás para dejarlos a merced de quienes han ejercido por décadas sobre ellos una dictadura atroz.

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