Selección Colombia, una marca que no tiene precio

La Selección Colombia es el equipo de moda, el conjunto que encanta, la selección que seduce, el grupo que enamora, por su actuación en el mayor y mejor escenario mediático que puede tener el planeta: un Campeonato Mundial de fútbol.

Lo que hablan, lo que escriben, lo que muestran de nuestra Selección, puede necesitar muchas décadas de triunfos, esfuerzos, publicidad, conquistas, hazañas y logros para igualarlo.

Sin querer meterme en camisa de once varas, los dos hechos de más repercusión global positiva para nuestro país son la grandeza de Gabriel García Márquez y los triunfos de nuestro ciclismo encabezados ahora por Nairo Quintana. Lo de Gabo se ha forjado en el tiempo y en la aceptación de su obra. Lo de Nairo responde a la victoria en una competencia superior y con las más agrestes dificultades. Lo de la Selección Colombia es la mayor emoción colectiva del país desde el grito de independencia.

Lo que pasa con nuestra Selección se da en el momento clave: gran parte de los 7.000 millones de habitantes de la tierra están pendientes del Mundial de Brasil; aquí el ‘jogo bonito’ es una religión y en el partido de cuartos de final exponen el prestigio acuñado por cinco títulos en 84 años de historia.

La marca “Selección Colombia” se convirtió en una bomba publicitaria y en un manjar para todos sus consumidores. La prensa del mundo se ha rendido ante su fútbol cadencioso, efectivo y efectista. Sus jugadores son protagonistas de deseo, admiración y reconocimiento. James Rodríguez es el nuevo ícono de la moda para la revista Vogue, que lo compara con David Beckham y lo nombra su heredero. Ya lo ubican en las grandes pasarelas del espectáculo. La ‘Jamesmanía’ contagió las páginas de los más importantes diarios del mundo: desde El País de España hasta el New York Times se han ocupado de su vida, de lo que come, de quién es su madre, dónde nació, cómo se hizo. La televisión no lo desampara un segundo, la radio menciona más su nombre que el de todos los jefes de estado juntos, y una foto o un autógrafo con él, valen oro.

Los 10 anunciantes que tiene la Federación de Fútbol han elevado a la enésima potencia su inversión, que hoy es la mejor y la más efectiva. Los grandes clubes del mundo miran a Colombia como el objetivo y se pelean a los jugadores del equipo con millonarias ofertas.

En el IBC de Río de Janeiro, la sede de Caracol Radio se volvió objetivo periodístico de todos los medios internacionales. Los productos alusivos a la selección se agotaron. Las camisetas no dieron abasto y Adidas se quedó muy cortico en sus proyecciones de ventas.

La mancha amarilla se tomó a Brasil y, aunque se confunde con la ‘verdeamarela’ del equipo local, sus diferencias son enormes. La de ellos viste corazones nerviosos, insatisfechos con el fútbol que juega Brasil y preocupados por el futuro. La amarilla nuestra viste almas soñadoras, cuerpos que bailan al son de la pelota con rostros que afloran de su cuello, pletórico de sonrisas y satisfacción.

Si el Mónaco pagó 45 millones de euros (US$61,2 millones) por James, ¿cuánto cuesta hoy?

En la lista de las 100 empresas más rentables del país hay que incluir la marca “Selección Colombia”, porque no solo produce dinero y multiplica los pesos de sus patrocinadores, sino que le ha inyectado a más de 45 millones de ciudadanos una dosis de emoción, de ilusión, de unidad patria, de orgullo y de optimismo que ninguna medicina, ningún gobierno, ningún milagro, habían sido capaces de lograr.

Me da pena con Gabo y con Nairo, pero en nuestro ranking de la gloria ningún hecho nos ha dado más felicidad que estos valientes, talentosos y profesionales futbolistas dirigidos por José Néstor Pékerman, un zorro sabio disfrazado de abuelo alcahueta, que no ha dejado al azar ni el más pequeño detalle. Su mensaje caló sin reparos en un grupo que hace historia y quiere destruir historias.

Lo invito a que en su termómetro de la alegría mida emociones, y estará de acuerdo conmigo en que esta del Mundial 2014, llega a lo más alto. Y falta Brasil, más lo que venga.