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Aunque la tecnología impulsa ganancias históricas y acelera el crecimiento de las grandes empresas, las personas afirman no sentirse cómodas con su expansión
La inteligencia artificial ha marcado un hito histórico en la tecnología. Su adaptación e incorporación en diversas áreas de la sociedad ha generado beneficios, prejuicios e interrogantes sobre su uso por parte de personas alrededor del mundo. Además, esta revolución ha impulsado a las grandes compañías tecnológicas a competir por convertirse en líderes del sector, alcanzando niveles históricos de riqueza, inversión y valor en bolsa. Sin embargo, su presencia en ámbitos creativos, sociales y humanísticos parece haberse convertido en una situación incómoda para muchas personas, frente a una tecnología que promete transformar su vida cotidiana.
Según un estudio reciente de Cnbc, existe una brecha preocupante en la percepción de estas innovaciones: solo 31% de los ciudadanos afirma sentirse cómodo con la IA, una cifra que contrasta con 72% de aceptación que tenían los computadores e internet en 1995, en pleno auge del inicio de la era digital. Lo que en los noventa generaba entusiasmo, hoy parece provocar desconfianza y recelo.
Desde finales de 2022, el valor de mercado de la IA ha aumentado más de 160% en dos años gracias al auge de los modelos generativos y las soluciones automatizadas que prometen eficiencia. Sin embargo, ese entusiasmo no se refleja en la población general, que observa con preocupación un ecosistema que parece avanzar más rápido de lo que puede comprender.

Para Jorge Morelo, experto en inteligencia artificial, la diferencia no es solo técnica, sino emocional.
“En los noventa, la internet y los computadores se veían como herramientas para ayudarse, mientras que la IA se percibe como algo que reemplaza, vigila o decide por la persona”, explicó. Además, añadió que el problema no está en la innovación, sino en la narrativa que la rodea: despidos masivos vinculados a la automatización, modelos que toman decisiones y temores sobre el futuro de los trabajos del conocimiento. “Con la inteligencia artificial el usuario tiene la sensación de que el riesgo es mayor que la oportunidad”, afirmó Morelo.
Por el contrario, gran parte del crecimiento económico reciente en Estados Unidos está impulsado por la inversión en IA y el gasto en infraestructura tecnológica. Aun así, la confianza del consumidor se encuentra cerca de mínimos históricos. De hecho, según una investigación del Pew Research Center, solo 24% de los ciudadanos cree que la IA le beneficiará personalmente, mientras que 43% considera que podría perjudicarle.
Morelo propone tres frentes urgentes para cerrar la brecha entre la riqueza tecnológica y el bienestar social. En primer lugar, fomentar una verdadera transparencia, explicando de forma sencilla qué hace la IA. En segundo lugar, limitar el uso de datos y exigir evaluaciones de impacto social antes de lanzar nuevos sistemas. Y, finalmente, promover una cultura tecnológica humanizada en la que la IA complemente, y no sustituya, las capacidades humanas.
De hecho, algunos especialistas advierten que la incomodidad que produce la IA no se limita al miedo al reemplazo laboral, sino a la sensación de que la tecnología está transformando espacios profundamente humanos.
Una de las inquietudes más repetidas es la entrada acelerada de la IA en oficios creativos y expresivos, donde muchas personas sienten que los productos generados por algoritmos no responden a experiencias o emociones reales. Esto alimenta la percepción de que el usuario recibe aquello que las grandes plataformas deciden producir masivamente.
Como advierte la socióloga Mariana Castro, “no es a lo que estamos acostumbrados y tampoco es lo que queremos”. Además, añadió que hay una preocupación de fondo en este momento: los derechos de autor, la autenticidad del arte y la posibilidad de que la creación humana quede opacada en un ecosistema dominado por modelos que imitan sin vivir. Por ello, el reto hoy no es detener la IA, sino hacer que el crecimiento tecnológico no sea incompatible con el bienestar humano.
Según el reciente informe del Pew Research Center la mayoría de la población en EE.UU., cree que la adopción de la inteligencia artificial tendrá un efecto negativo en el empleo. Según los datos, aproximadamente 64% de los adultos piensa que la IA llevará a menos empleos en los próximos 20 años, en contraste con solo 39% de los expertos que comparten esa opinión. Esta diferencia profundiza la brecha de confianza, pues mientras los especialistas ven potencial laboral, el público teme que la tecnología los sustituya.