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En mayo 15 del 2012 entró a operar el TLC con los Estados Unidos, tras una espera de más de seis años después de haberse negociado (2004-2006).
Ello constituye una muy buena noticia y, de hecho, ello ha propiciado una aceleración de los trámites con la Unión Europea, cuyo perfeccionamiento debería ocurrir antes de finalizar este año. Sin embargo, su ratificación será un largo proceso en cabeza de los 17 miembros, país por país, por tratarse de un 'acuerdo especial' que contiene delicadas cláusulas sobre derechos humanos.
Anif ha venido señalando que dichos TLCs requieren agilizar la dotación de infraestructura, especialmente frente al grave problema de Enfermedad Holandesa (EH) que ya estamos experimentando como resultado del auge minero-energético.
La experiencia internacional indica que la firma de TLCs ha llevado a muchos países a buscar aumentar sus niveles de productividad, especialmente de la industria manufacturera, mediante la implementación de programas de reentrenamiento laboral. Dichos programas se focalizan en los servicios de alta tecnología (TICs), aprovechando las inversiones en Investigación y Desarrollo (I&D).
Por ejemplo, el Trade Adjustment Assistance (TAA) se había creado en Estados Unidos en 1974 y se relanzó en 1993 de cara al Nafta, firmado con México y Canadá en 1994. En octubre de 2011, Obama firmó la extensión de dicho programa de reentrenamiento laboral para defender el posicionamiento de su industria. Más aún, desde 2009 se le ha dado un soporte especial a la reeducación en servicios de alta tecnología, como una forma de ligar más eficientemente el sector de servicios con el industrial.
Según The Economist ('A third industrial revolution' de abril 21 de 2012), este uso de las TICs cobrará cada vez mayor importancia, pues está generando desde ya una especie de 'Tercera Revolución Industrial' (TRI). Dicha TRI es un fenómeno que está cambiando globalmente la forma y lugar donde se fabrican los productos industriales. Por ejemplo, el uso de las TICs está reduciendo los costos laborales manufactureros en los países desarrollados, replanteando el 'out-sourcing' hacia el mundo emergente.
Colombia no cuenta con una base exportable significativa de servicios de alta tecnología. Por ejemplo, en este frente tan sólo se exportaron US$348 millones de dólares durante 2011 y en cambio se importaron US$500 millones, generándose un déficit de US$152 millones en este frente para Colombia. Esto no debe sorprendernos, pues Colombia tan sólo presenta gastos en I&D del orden de 0.5% del PIB por año. Aunque la Ley de Regalías 1530 de 2012 destinará un 10% de las nuevas regalías (0,2% del PIB) a dicho propósito, la cifra continúa siendo marginal y no está claro si evitaremos que ello se convierta en burocracia territorial.
En conclusión, Colombia no luce bien preparada para afrontar este fenómeno de la TRI, cuyo maridaje entre manufacturas + servicios tecnológicos estará desplazando muchos puestos de trabajo del mundo emergente hacia el desarrollado. Dada nuestra precariedad fiscal y la pobreza de nuestros arreglos institucionales (Sena y similares), probablemente no habrá programas serios de reentrenamiento laboral enfocados hacia las TICs. Sin ellos, el resultado de la Enfermedad Holandesa, en presencia de dicha TRI, implicará una 'desindustrialización' más acelerada de lo inicialmente pensado.
Los beneficios de las 'maquilas' no serían los esperados
En el futuro cercano, el uso eficiente del transporte multimodal y ese abaratamiento relativo de los costos laborales haría que regresaran muchos puestos de trabajo a los países desarrollados. Esto ocurre precisamente cuando Colombia pensaba que los TLCs lo harían un beneficiario más de las 'maquilas' que le habían ayudado a México 20 años atrás. Dicho de otra manera, el llamado 'ciclo del producto' se está extinguiendo y la generalización de los TCLs podría darnos pocos beneficios en este frente, especialmente en ausencia de adecuada infraestructura en el país.