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INFRAESTRUCTURA

La capital del país se debe renovar con un plan maestro de infraestructura

miércoles, 30 de abril de 2014
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Nicolás Manrique

Cerca de 60% de Bogotá se debe renovar de manera masiva. Solo así se detendrá la expansión de la ciudad sobre la sabana y se reducirá el costo de la tierra.

Yo he sido firme defensor del concepto de renovación urbana que he aplicado durante 35 años, desde cuando empecé mi actividad profesional como constructor. En Bogotá, mi constructora ha sido pionera en poner en práctica este término que se acuñó hace más de 60 años en otros países.

En efecto, los primeros apartamentos que edifiqué fueron en el barrio La Cabrera, sobre lotes de casas que habían cumplido su ciclo. Entonces, debido a cambios en el estilo de vida y a transformaciones en la economía que modificaron las costumbres de las personas, las familias empezaron a demandar un nuevo tipo de vivienda. Puesto que, las ciudades no se pueden quedar quietas porque el mundo cambia.

Debido a esta especialización, he establecido una clientela fiel de mis productos, constituida en ocasiones por las generaciones de las familias del abuelo, la del padre y la del hijo quienes tradicionalmente han vivido en esos barrios y tienen allí conformada no solo su red social sino todo su esquema de vida, su historia, sus trabajos, sus hábitos, lo cual redunda en una alta demanda de viviendas frente a una baja oferta de terrenos para nuevas construcciones.

Esta presión sobre la disponibilidad es la causa de que la incidencia del costo de la tierra sobre el valor de cada proyecto haya pasado de 10% o 15 % en los años ochenta, a 30% y hasta 35 % en la actualidad.

La renovación urbana es un mecanismo para que disminuyan esos porcentajes y el costo de la tierra: Un buen plan de renovación liberaría la presión del precio de la tierra y es el mejor mecanismo para detener la expansión de Bogotá sobre su sabana, pero se debe llevar a cabo bajo un plan maestro que impida desarrollar lotes de menos de 2.000 metros. La ciudad se podría renovar densificándola y conservando lo que tenga valor arquitectónico. La dignidad de una vivienda no es cuestión de metros cuadrados o de precio sino de calidad, tanto en diseño como en funcionalidad.

Fui miembro activo de la junta directiva del IDU durante la alcaldía de Enrique Peñalosa, época en que se constituyó la Empresa de Renovación Urbana (ERU) como un mecanismo para proveer tierras para la construcción. Se hizo un trabajo de planeación muy especial, de calidad, con diseño, con visión macro, pero hasta ahora se ha implementado muy poco.

Bogotá estaba concebida como una ciudad europea, medianamente densificada, compacta. La ciudad se ha encargado de encerrarnos en guetos, de aprisionarnos, porque no ha generado espacios para construir y esa falta de planeación ha generado los altos precios.

Una buena arquitectura interpreta los cambios de una sociedad y adecuar sus propuestas a los nuevos requerimientos. La renovación no es solo demoler y volver a construir proyectos, también es válida para suministrar otros servicios. En la propuesta de excelencia está implícita la idea de sostenibilidad ambiental.

Yo estoy convencido de que la renovación urbana es igual a calidad de vida.

El nuevo proyectode vivienda Ocho - 85
Allí, en la Calle 85 con Carrera octava se les dio nueva vida a tres lotes empleados en usos diferentes a los de la vivienda, con lo cual se recuperó una esquina donde había dos parqueaderos públicos y cambiadores de aceite y una casa muy deteriorada. Hicimos un edificio con más servicios para la vivienda, más espacios verdes y con una calidad que se traduce en diseño, arquitectura y luminosidad.

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