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Durante la contienda electoral, fue víctima de un importante escándalo político, tal vez el más resonado de la historia hacia las urnas uruguayas
El 13 de marzo de este año los ojos de todo el país estaban puestos en la sede del Frente Amplio, donde Yamandú Orsi, en ese entonces precandidato por su fuerza política y desde este domingo presidente electo de Uruguay, iba a hablar por primera vez tras ser acusado de un supuesto episodio de violencia contra una mujer trans ocurrido en junio de 2014.
Rodeado de micrófonos que buscaban la verdad, y respaldado por sus compañeros, el exintendente de Canelones negó rotundamente la denuncia. "Esta persona se confunde, por supuesto no era yo o peor aún, alguien lo está usando. Acá no se están metiendo sólo con una fuerza política, es también con un candidato, una persona y una familia", aseguró Orsi en rueda de prensa.
No le tembló la voz. De camisa celeste, una mirada firme y una respuesta para cada pregunta en la rueda de prensa, Orsi defendió su verdad y en setiembre la fiscal de Ciudad de la Costa, Sandra Fleitas, archivó la investigación e imputó a Paula Díaz, la mujer trans que había hecho la denuncia, y a Romina Celeste Papasso, quien la orquestó.
Ese, quizá, haya sido el giro político más importante que dio la campaña presidencial para las elecciones 2024 en Uruguay. Y, Orsi, dicen algunos, salió más bien robustecido.
Nació el 13 de junio de 1967 en una zona rural ubicada entre Santa Rosa y San Antonio, en Canelones. Su padre plantaba viña y la vendía a las bodegas. Su madre, en cambio, era costurera. Mientras vivían en el campo, Yamandú no fue al jardín, pero su hermana María del Luján, siete años mayor, fue su primera “maestra” con quien aprendió a leer y a escribir.
Cuando tenía cinco años, una hernia de disco que sufría su padre obligó a los Orsi a mudarse a la ciudad de Canelones, donde abrieron un almacén en el que toda la familia trabajaba y también vivía. Separaban los dormitorios con una cortina de baño, armarios, y había un duchero de campaña.
En el almacén se pagaba en el mostrador o se anotaba en la libreta, lo que le dio, además del contacto con la gente, la capacidad de ejercitar las matemáticas. No tuvo amigos de verano porque sus padres no se tomaban vacaciones. De hecho, su padre no se tomó licencia ni una sola vez en su vida. Con una madre muy católica, Yamandú fue bautizado, tomó la primera comunión e incluso ofició de monaguillo algunos domingos en la Capilla de Fátima.
Fue alumno de la escuela número 110 y luego estudió hasta cuarto año de liceo en el Tomás Berreta, donde en plena dictadura comenzó a interesarse por temas políticos.Escuchaba casetes clandestinos de Alfredo Zitarrosa, Daniel Viglietti y Los Olimareños. Aquello rompió, en su cabeza, el silencio de una casa en la que no se hablaba de política.
Cuando tenía 18 años la dictadura llegaba a su fin. Yamandú empezó a militar a través de los comités de base, primero en la Vertiente Artiguista y luego, en 1990, se metió con el Movimiento de Participación Popular (MPP), que había surgido hacía un año. A sus padres no les gustaba nada la política, para ellos los políticos nunca les habían dado nada y ambos asociaban la izquierda con los extremos, con los tupamaros o con el comunismo.
La cultura y, sobre todo, el folklore fueron los que tendieron puentes hacia la política. Y, según ha dicho, cree que de ahí viene su formación nacionalista, dentro de la izquierda. Empezó a leer y a preguntar sobre lo que estaba pasando a nivel político y entonces fue que dimensionó que Uruguay estaba bajo un gobierno de dictadura militar y había gente presa, muerta y desaparecida.
Se volvió muy artiguista, pero también fanático de los movimientos de liberación en América Latina y en África. El Che Guevara era el personaje perfecto para idolatrar, pero los discursos internacionalistas de aquella época no lo seducían, ni el de la Unión Soviética ni el de Cuba: él era nacionalista.
Su primer acto de militancia fue la junta de firmas del plebiscito del voto Verde en 1987, por la ley de caducidad. Desde entonces, no dejaría de militar. Orsi sabía que le encantaba la historia y en 1986 se anotó para cursar el profesorado en el IPA. Simultáneamente, siguió militando para el MPP en Canelones y trabajando en el almacén.
Su padre se enfermó del corazón en el 90 y tuvo que dejar de trabajar, lo que hizo que su responsabilidad en el almacén creciera. En su tercer año de estudios, Orsi empezó a agarrar horas de clase por lo que, además de estudiar, militar y trabajar en el almacén, era profesor en Canelones y en Florida.
Entre el 2005 y el 2015 Orsi acompañó a Marcos Carámbula en dos períodos como secretario de la Intendencia de Canelones. “Yamandú está llamado a ser un enorme referente de nuestra izquierda, acá en Canelones. Va a estar al lado mío lo que quedan de estos cinco años y, seguramente, sea el próximo candidato a intendente”, dijo Carámbula en el marco de su reelección.
En las elecciones de 2019, de cara a la segunda vuelta, Orsi fue nombrado jefe de campaña de Daniel Martínez por su capacidad de diálogo con otros sectores políticos no frenteamplistas. En esa oportunidad ganó el Partido Nacional y Luis Lacalle Pou llegó a Torre Ejecutiva. En ese entonces, Orsi se responsabilizó de esa derrota.
En 2020, se postuló como intendente de Canelones y ganó, convirtiéndose en el líder de la segunda comuna más poblada del país. A mediados de 2024 se consolidó, finalmente, su candidatura a la Presidencia de la República por el Frente Amplio, apoyado por el expresidente José Mujica, la exsenadora Lucía Topolansky, el exsenador Ernesto Agazzi y Juan Carlos Souza, el mismo que había llamado a Yamandú para ofrecerle el cargo de intendente, entre otros.
Durante la contienda electoral fue víctima de un importante escándalo político, tal vez el más resonado de la historia hacia las urnas uruguayas, tras ser denunciado por Paula Díaz, una trabajadora sexual trans, por un presunto abuso. Finalmente, Díaz confesó en televisión que no solo había mentido, sino que quien había orquestado la situación era Romina Celeste Papasso, hoy privada de libertad.
En junio se convirtió en el candidato único del Frente Amplio, ganando las internas con 247.295 de los votos que cosechó su fuerza política e incorporó a Carolina Cosse como vicepresidenta de la fórmula. En la segunda vuelta consiguió una victoria que lo hace el nuevo presidente de Uruguay para el período 2025-2030.
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