“Le apuesto a la paz en Colombia porque yo sé lo que es la guerra”

No todos los días es posible compartir 80 minutos con un Jefe de Estado. Todo el que llega a ese cargo tiene una historia interesante que contar, pero el estilo de José Alberto Mujica, Presidente de Uruguay es tan particular, que llama la atención en todos los sentidos. Como si fuera un ciudadano más, le gusta hablar de la actual situación de Colombia y su trascendental proceso de paz.

En una charla sin grabadoras y sin cámaras con los directores y representantes de los 10 medios de la Red Iberoamericana de Periodismo Económico (Ripe), Mujica reiteró su apoyo a los diálogos en La Habana y con el peso de su experiencia como líder de izquierda, que le costó estar 15 años en la cárcel, explicó cuáles son sus temores frente al mismo.

Para Mujica el proceso de paz en Colombia ha sido un tema en común, incluso con el Papa Francisco, a quien visitó hace algunas semanas. Al ser consultado por las razones de este interés tan particular, con una mirada fija dio una respuesta seca y contundente: “porque yo sé lo que es la guerra”. Acto seguido, comenzó a armar un andamio de argumentos sobre la necesidad de la paz, con la solidez que le da haber padecido la persecución de la derecha y fugarse de la cárcel en dos ocasiones.

Con la claridad y la firmeza que le dan sus 78 años de vida, aseguró que el mayor reto del proceso no está en la agricultura ni en la participación en política, sino en la justicia. Llama la atención sobre hasta qué punto los colombianos están dispuestos a dejar de mirar para atrás y otorgar perdones por los daños causados en más de 50 años de conflicto, lo que para él es el verdadero desafío a superar.

El que ha sido catalogado como el Mandatario más pobre del mundo considera que todo lo que se pueda hacer a favor de la paz es bienvenido y no debe cerrársele la puerta a cualquier opción de alcanzarla, pero hace un llamado para que las decisiones siempre representen el bienestar y seguridad de los ciudadanos.

Con el estilo que lo caracteriza y con un vestuario que hacía pensar que la jornada era más una reunión de amigos alrededor de una parrilla, habló sin tapujos de los temas con los países vecinos y sobre la situación de Latinoamérica, claro está que sin perder de vista su estrategia para salir avante frente a los dardos de los periodistas.

En uno de ellos dejó claro su interés sobre la Alianza del Pacífico, siempre y cuando su prioridad sea la de facilitar el comercio con otras naciones sin dejar de mirar y/o discriminar otros mercados de gran valor para nuestras economías.

Hablar de millonarias inversiones, de la crisis internacional, el turismo y la volatilidad de las monedas con un hombre que se expresa con la mayor sencillez posible, que nunca usa corbata, y que para una reunión con los miembros de Ripe eligió usar un pantalón miel, camisa gris, saco verde y chaqueta café, permite corroborar de primera mano la sobriedad de Mujica.

Así es el Jefe de Estado de Uruguay un personaje que le da toda la atención posible al proceso de paz en Colombia, que quiere que la Alianza del Pacífico no sea un mecanismo de exclusión, que dona 90% de su salario para fortalecer su programa de erradicación de la pobreza y quien concede más de una hora de su tiempo a los periodistas, pero con grabadoras apagadas y sin fotos.

Llegó la noche en Montevideo y cuando mejor estaba el ambiente, interrumpió de forma súbita el encuentro. Su excusa no era de tener una llamada de un homólogo, un acto oficial o un viaje de Estado, Mujica quería ir a ver a la selección de fútbol de Uruguay que se enfrentaba con Nigeria por la Copa Confederaciones. Hasta ahí llegó la conversación, lo que comprueba que sí hay algo que paralice a este país es el fútbol.

Al acabar el encuentro salió de la Casa Presidencial, que entre otras cosas no es su hogar. Cruzó la puerta y partió a su tradicional vivienda de 45 metros cuadrados a las afuera de Montevideo, en la que tiene pequeñas siembras de flores que cuida en compañía de su esposa.