La creciente tasa de desempleo de los graduados universitarios en Estados Unidos

Durante buena parte de las últimas décadas, obtener un título universitario era sinónimo de mejores oportunidades en el mercado laboral. Los recién egresados solían tener tasas de desempleo más bajas que el resto de la población, lo que reforzaba la percepción de que la educación superior era un motor de movilidad social.

Sin embargo, esta dinámica ha cambiado en los últimos diez años. Hoy, los jóvenes profesionales que recién concluyen sus estudios enfrentan un panorama distinto pues sus tasas de desempleo superan a las de la población general, lo que marca un giro en la relación entre formación académica y empleabilidad.

De acuerdo con datos del Banco de la Reserva Federal de Nueva York, entre 1990 y junio de 2025 los recién graduados de entre 22 y 27 años mantuvieron, en la mayoría de los periodos, una ventaja frente al desempleo general. No obstante, desde finales de la década de 2010 la tendencia comenzó a invertirse, alcanzando un punto crítico durante la pandemia de Covid-19.

En los años noventa, por ejemplo, la diferencia entre la tasa de desempleo general y la de los graduados recientes era de aproximadamente 1,7 puntos porcentuales a favor de estos últimos.

Incluso en momentos de crisis, como la burbuja tecnológica a comienzos de los 2000 o la crisis financiera global de 2008-2009, los recién egresados conservaron una menor vulnerabilidad al desempleo.

La situación cambió drásticamente en 2020. Durante el pico de la pandemia, la tasa de desempleo de los recién graduados alcanzó 13,4%, superando la tasa general de 12,8%. Desde entonces, aunque los indicadores nacionales se han recuperado y se ubican por debajo de 5%, los jóvenes con título universitario siguen registrando mayores dificultades para conseguir empleo que la población en general.

Según las cifras más recientes, correspondientes a junio de 2025, la tasa de desempleo de los graduados recientes es de 4,8%, frente a 4,0% de la tasa general. La brecha, aunque estrecha, confirma que los egresados ya no disfrutan de la ventaja que caracterizó a generaciones anteriores.

Entre las explicaciones para este fenómeno se encuentran las transformaciones tecnológicas, en particular el avance acelerado de la inteligencia artificial. Muchas posiciones de nivel inicial han sido automatizadas o requieren competencias digitales que los recién egresados no siempre poseen, mientras que los empleadores muestran una preferencia creciente por trabajadores con experiencia comprobada.

El desafío actual para quienes terminan sus estudios universitarios consiste en adaptarse a un mercado laboral en constante transformación, en el que las habilidades tecnológicas, la flexibilidad y la capacidad de aprendizaje continuo se han convertido en requisitos esenciales para garantizar una inserción laboral estable.