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California y Texas son los dos estados que más pesan en las elecciones presidenciales

sábado, 5 de noviembre de 2016
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Diego Carranza Agudelo

El sistema electoral estadounidense no funciona igual que el de la mayoría de las naciones presidencialistas. Mientras en lugares como Colombia es el voto popular el que elige al mandatario (donde el candidato con la mayoría de sufragantes es el ganador) en el país del Tío Sam el voto de la gente simboliza un voto electoral  que se otorga a los representantes de los estados y este a los candidatos.

Dicho esto, la premisa que queda es que aunque el voto de los ciudadanos es decisivo para poder elegir mandatario, lo cierto es que este no representa el resultado final, pues cuando se vota no se hace directamente por el candidato, sino para darle la orden a los electores que se adhieran para el candidato que ganó en dicho estado. De esta manera, los estados con mayor número de electores terminan siendo los codiciados para quienes aspiran a llegar a la Casa Blanca: California, con 55, y Texas, con 39, pues solo ganando en estos dos ya se logran 94 de los 270 votos electorales que se necesitan para poder hacerse al puesto de presidente.

Pero, ¿de dónde salen estos electores? El Colegio Electoral está conformado por un total de 538 electores que corresponden al total sumado de todos los estados. La distribución de cuántos votos se le asignan a cada estado depende, entre otras cosas, del censo poblacional. En plata blanca: a más personas con capacidad de voto, más votos electorales.

Algunos analistas aseguran que este sistema que parece complejo de entender puede ser un poco más democrático debido a que muestra estadísticamente la realidad de qué tan representativa es la decisión de un estado frente a la del otro.

Sin embargo, la opinión es que, visto desde afuera, ese sistema tiene muchas falencias y no responde a la marcada inclinación por la democracia.

“Las reglas están regidas por una ley federal de 1845 que no ha sido reformada ni actualizada. El sistema no es del todo participativo, incluyente y justo porque un candidato que tenga más votos de la población puede perder ante uno que tenga más votos electorales”, le explicó a LR el politólogo de la Universidad Militar Elkin Castellanos.

Precisamente esta es la crítica más fuerte que se le hace, y en la historia de la nación de la libertad eso ya ha sucedido en tres ocasiones, la última siendo en las elecciones de año 2000, cuando el demócrata Al Gore obtuvo mayoría de votos de los ciudadanos, pero el republicano George Bush ganó las elecciones.

De hecho, si se tiene en cuenta la lógica electoral, un candidato podría ganar solo en los 11 estados con más electores, perder en los otros 39 y aún así posicionarse en el cargo a que entre todos logran sumar los 270 electores que necesita.

La lucha por la nominación

Pero antes de llegar a las votaciones de hoy, tanto Clinton como Trump tuvieron que pasar por un desgastante e intrincado proceso, aún más complejo que el de las elecciones generales, para poder ser nominados como candidatos a la presidencia de su partido.

Para ello, los precandidatos se enfrentaron internamente y se sometieron a votaciones populares en los 50 estados para repartirse equitativamente entre ellos una cantidad de delegados  conforme a los resultados que obtuvieron. Al igual que en las elecciones generales, los delegados que le corresponden a cada estado responden al censo poblacional.

Después de terminar esos escrutinios, cada partido hizo una convención en la que existe una figura adicional: los superdelegados. Estos delegados adicionales se los otorgaron al candidato que más le convino y se sumaron a los delegados que ya habían conseguido. Así, el candidato que más delegados acumuló fue el que lo representó como su candidato.

Ese fue el camino que siguieron Clinton  y Trump y que hoy los enfrenta en las urnas, donde los electores tienen en sus manos la decisión indirecta de implementar el ‘Trumpeconomics’ que debastaría a las bolsas del mundo  o el ‘Clintoneconomics’ que sería más amable con el mercado y continuaría con el modelo actual.

Desempleo, reto del nuevo mandatario
Según le dijo a este medio el director del Instituto de Política Global de la Universidad de Columbia, Michael Doyle, uno de los principales retos que deberá enfrentar el próximo presidente será disminuir los índices de desempleo que no han permitido el despegue de la clase media estadounidense. “La clase de crecimiento que tenemos no está generando los empleos que necesita la clase media local. El reto está en mejorar la dinámica de la economía, pero de manera que las personas jóvenes puedan acceder a estos trabajos e impulsar aún más a la economía”, dijo.

La opinión

Elkin Castellanos
Politólogo e internacionalista

“Las reglas electorales están regidas por una ley federal de 1845 que no ha sido reformada ni actualizada. El sistema no es incluyente”.

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