Productos financieros imposibles

Los antiguos griegos sabían mucho de triángulos: los arquitectos, los matemáticos, los artistas… y también los banqueros.

Fue una figura tan importante en sus templos, sus construcciones, sus casas, que los romanos copiaron este elemento y ha llegado hasta nuestros días en muchos de nuestros palacios, iglesias, museos y edificios oficiales, coronados con tímpanos, frontones y otras figuras en forma de triángulo en todos los países del mundo.

¿Y por qué sabían mucho de triángulos los banqueros? Hace dos meses en estas mismas páginas citaba al griego Isócrates (395 a.C.) y sus deliciosos escritos sobre los bancos y sus clientes (redactaba discursos judiciales para personas envueltas en pleitos). Sabían los banqueros, entonces como ahora, que casi todos los productos financieros de ahorro o inversión se comportan como triángulos, donde cada uno de los ángulos se asemeja a las tres características básicas: rentabilidad, seguridad, liquidez.

Ya entonces los banqueros griegos conocían -lo habían aprendido de los persas, los egipcios y los judíos- que si se abre mucho el ángulo superior (pongamos por ejemplo bastante más de noventa grados y que representase a la rentabilidad), los otros dos ángulos deberán ser pequeños y a veces muy pequeños. Y no puede ser de otra manera, porque todo a la vez es imposible. Si se ofrece mucha seguridad, necesariamente la rentabilidad no será alta.

Si se ofrece liquidez inmediata no puede esperarse alta rentabilidad. Pruebe a hacer un triángulo con dos ángulos mayores de 90 grados…

Un banquero amigo de Isócrates andaba en juicios y peleas porque había prometido a un cliente un buen rendimiento, le había dicho que su dinero estaba en buenas manos y que podía pedir su devolución cuando quisiera. (Exactamente lo mismo que oímos hoy día a ciertos asesores financieros, lo que leemos en algunos folletos o los mensajes que recibimos en el celular…).

El cliente quería su dinero y el banquero, que no lo tenía ni sabía cómo recuperarlo de quienes lo había prestado, acudía a todos los oráculos y templos de los muchos dioses de la mitología griega para ver cómo arreglaba el asunto.

El relato es cómico y trágico a la vez porque el banquero no sabía o no podía cuadrar ese triángulo imposible. Lo solucionaba alargando más y más la devolución, pero el cliente al final se cansó y lo denunció a las autoridades.

En nuestros tiempos se pueden intentar triángulos equiláteros, es decir productos financieros equilibrados, pero por desgracia estos productos se venden poco. La causa es que hay entidades o asesores que prometen mucho de una o dos características -por ejemplo, gran rentabilidad, liquidez inmediata- y la mayoría de ahorradores son seducidos por estos cantos de sirena. Los asesores esconden en letra pequeña la tercera característica, la seguridad o el riesgo de esa inversión o ahorro. Y luego pasa lo que pasa.

Lo correcto es que si se ofrecen grandes rentabilidades se informe al cliente que los otros dos ángulos del triángulo -seguridad y liquidez- serán muy pequeños.

“Desde el principio de los tiempos se ha estafado a los inversores y no tiene pinta de que esto termine”, dice el gran estafador americano Bernard Madoff en entrevista a MarketWatch. Y lo mismo ha pasado en Portugal, España, Francia… y Colombia, acarreando ruina y desolación a muchas familias que difícilmente recuperarán su dinero.

¿Por qué sucede esto?
Los mismos dramaturgos griegos nos dan la explicación en sus obras perennes. Por un lado, el hombre es un ser crédulo, especialmente cuando le interesa creer acerca de lo que le ofrecen, aunque no lo entienda bien. Por otro lado los hombres somos codiciosos, queremos obtener más con menos. De estos dos elementos humanos se aprovechan los estafadores, entonces y ahora.

¿Y los vigilantes de la ley, las buenas costumbres y la protección del desvalido?

El gran estafador Madoff (US$50.000 millones y 150 años de prisión) lo dice: “los reguladores están mal estructurados y son incapaces de vigilar adecuadamente a los mercados financieros”. Y añade que la solución es leer buenos libros, informarse y educarse a sí mismo.

Hay otra solución mejor: enseñar a los niños desde la escuela que los triángulos sirven también para las finanzas y que nunca crean que pueden existir triángulos imposibles.