La revolución turística que vive Medellín

Medellín pasó de tener poco más de 50.000 camas de hotel en 2019 a casi 76.400 en 2025, y tan solo a la luz de los datos de Cotelco, entre 2023 y 2025 el número avanzó otro 31% (al pasar de 58.159 a 76.315). No hay mejor indicador económico del desarrollo de una ciudad que su oferta hotelera, traducida en camas. Nadie construye un hotel en un lugar donde no haya huéspedes.

Las grandes cadenas internacionales están poniendo sus ojos en la capital antioqueña y en el departamento en general. Basta con observar lo que ocurre a la orilla del Peñol-Guatapé, donde Marriott decidió apostarle a un lujoso Autograph Collection, o en Provenza, cuyas calles se están transformando con más de 14 proyectos hoteleros, la mayoría de cuatro y cinco estrellas.

Todo esto es una cadena que nace en Medellín como una ciudad de moda para los colombianos, pero también para los extranjeros. El aporte del turismo es tal que ya representa 7% del PIB de los medellinenses. Si el turismo crece más rápido que el resto de la economía (como muestran los datos de crecimiento de 23% en llegadas durante 2024) podría convertirse en un factor estratégico para diversificar la economía local.

Sin embargo, esto depende de la calidad del gasto, de la cadena de valor local y de los segmentos del turismo que se desarrollen. El año pasado casi dos millones de visitantes aterrizaron en distintos puntos de la ciudad de la eterna primavera, y 2025 debería cerrar en un nivel similar.

Para efectos de políticas públicas y de planificación, es clave entender que no basta con atraer más turistas: el énfasis debe estar en el valor agregado local, en que los servicios turísticos generen empleo de calidad, encadenamientos productivos y que la ciudad no dependa en exceso de un solo tipo de turismo (por ejemplo, únicamente el de ocio), sino que diversifique en salud, congresos, naturaleza y turismo comunitario, como lo plantea la propia administración.

Ese boom turístico ha contribuido a uno de los principales datos macroeconómicos de la ciudad: el mercado laboral. Mientras el desempleo en Colombia llegó en agosto a 8,4%, en la capital paisa es de 6,4%. Al mismo tiempo, la informalidad nacional se ubica en 55,2%, pero allí baja a 39%, una de las tasas de mejor desempeño, producto de las iniciativas que impulsa el turismo.

Ahora bien, todo esto es una serie de buenas noticias, eso está claro, pero otro tema de fondo (de estudio y de cuidado para empresarios y ciudadanos) es garantizar que esos más de US$270 millones que ingresan por turismo sean recursos transparentes y no se enmascaren, en parte, en economías subterráneas, como los viajeros atraídos por delitos sexuales, prostitución o trata de personas.

Si bien la Alcaldía de Medellín ha liderado un escuadrón y una persecución contra estos “turistas lunares”, es clave que, como comunidad, exista un rechazo generalizado a estos efectos colaterales de estar en el mapa mundial. Medellín es la segunda ciudad más competitiva de Colombia según el Índice de Competitividad; la International Congress and Convention Association la ubica como la segunda mejor para congresos en el país y una de las 10 más destacadas de América Latina.

Además, figura entre las 40 metrópolis más importantes para la generación de negocios y startups, e incluso tiene nombres icónicos en Latin America’s 50 Best Restaurants (Como Carmen, Sambombi;) o bares como Mamba Negra. Una cantidad de trofeos que vale la pena cuidar y aprovechar económicamente.