La zona de frontera para el desarrollo

En el mapa económico de Colombia, Norte de Santander aparece como una región de contrastes. Su aporte al PIB nacional ronda 1,6%, según el Dane, pero en ese porcentaje se encierra un potencial mucho mayor: una posición geográfica estratégica, una base productiva sólida y un espíritu empresarial que ha resistido décadas de dificultades en la frontera con Venezuela.

Cúcuta es más que una capital fronteriza. Es la puerta del comercio binacional, por donde pasa más de la mitad del intercambio entre ambos países. Esa ubicación privilegiada la convierte en un termómetro del vínculo colombo-venezolano, pero también en una zona vulnerable ante la informalidad laboral, que supera 61%, y los efectos de los ciclos políticos y económicos de los dos lados de la línea limítrofe.

El departamento ha mostrado avances en sectores primarios: aporta cerca de 3% del PIB agrícola nacional y más de 1% en minería. También ha logrado una participación destacada en la producción de materiales de construcción, en parte gracias a su tradición industrial y al auge de la infraestructura local. Sin embargo, el reto sigue siendo transformar esa base en una economía diversificada y de valor agregado. Las cifras muestran que el crecimiento aún no se traduce plenamente en empleos formales ni en productividad sostenida.

La reapertura de la frontera, la inversión en vías, la modernización hospitalaria y los proyectos urbanos han generado cerca de 70.000 empleos directos. Pero para que estos impulsos sean duraderos, deben estar acompañados por políticas que fomenten la industrialización, la innovación y la integración regional. Norte de Santander necesita pasar de ser una zona de tránsito a un nodo logístico y manufacturero, capaz de producir y exportar bienes con sello propio.

A pesar de los avances, los desafíos son profundos. El conflicto armado en el Catatumbo sigue afectando la seguridad y la movilidad, con un costo social que frena la inversión. La alta informalidad y el desempleo por encima del promedio nacional evidencian la urgencia de articular la educación técnica con el tejido empresarial y fortalecer la gobernanza territorial.

El futuro del departamento pasa por tres ejes: industrialización con vocación exportadora, formalización del empleo y consolidación de la paz. El primero implica aprovechar su posición geográfica para impulsar zonas francas, parques industriales y cadenas de valor transfronterizas. El segundo demanda políticas laborales inclusivas y apoyo a los emprendedores locales. Y el tercero exige garantizar seguridad, transparencia y cohesión institucional.

Norte de Santander tiene todos los elementos para convertirse en un motor regional: ubicación estratégica, tradición productiva, capital humano y una frontera que, bien gestionada, puede ser una ventaja competitiva. Lo que necesita ahora es transformar su geografía en desarrollo y su resiliencia en prosperidad. Que deje de ser solo una frontera y se convierta en una puerta abierta al progreso compartido.