MI SELECCIÓN DE NOTICIAS
Noticias personalizadas, de acuerdo a sus temas de interés
A sus 100 años el fundador de Haceb explica que el éxito de la empresa siempre fue vender a buen precio y no engañar al cliente
Para muchos, una partida de ajedrez puede durar tan solo minutos. Pero para don José María Acevedo Alzate, esta afición fue la que le permitió encontrar nuevas oportunidades en un negocio que parecía tener poco espacio para un fabricante colombiano: el de los electrodomésticos.
En el ajedrez, “hay muchas jugadas y muchas posibilidades. Tener agilidad y saber cómo se mueven las cosas es importante. Además, me enseñó que uno siempre se tiene que preguntar frente a una situación qué harían los otros. El ajedrez nos enseña a pensar para poder dar los pasos estratégicos y siempre me pregunto: ¿cuál es la mejor jugada que puedo hacer en este tablero?”.
Estas palabras son parte de las enseñanzas con las que sigue liderando este industrial paisa, creador de Haceb, empresa que hoy tiene 3.500 empleados y exporta a 14 mercados.
Acevedo inició trabajando como mensajero de un almacén que tenía un taller de reparaciones eléctricas, labor por la que le pagaban un sueldo de $5 mensuales. Ahí, a pesar de ser el encargado de los mandados, se dedicaba a mirar cómo hacían las reparaciones, y cuándo el ingeniero se enfermó un día, “todos se llevaron el susto, porque el mandaderito fue capaz de remplazar al ingeniero”, dice.
Ahora, 80 años después, don José María aún recuerda que emprender fue una necesidad, ya que en ese momento “ni siquiera existían las palabras trabajo estable ni emprendimiento. Uno no está pensando en montar una empresa, sino en vivir la vida y ella misma le va enseñando qué debe hacer”.
Para ese entonces, ‘Josema’, como lo llamaban, ya había tenido que enfrentar la muerte de su padre, y con su hermano eran los responsables de su mamá, dos hermanos más y una casa por deshipotecar. “Imagínese la tarea con la que empezamos. La casa hipotecada, con seis años de intereses acumulados, y tener que sostener a la familia. Todo eso en cabeza de dos personas, un hermano mío que ganaba muy poquito y yo, que recibía $35 mensuales. Así era imposible deshipotecar la casa y esa fue la situación que me obligó a salirme del trabajo que tenía”.
Entonces inició con la fabricación de la primera parrilla que llevaba la abreviatura del nombre de José María Acevedo (Jacev), quien también recuerda que cuando iba a crear ese primer artículo, “era reparador de productos extranjeros, entonces sabía qué tenían de bueno y qué tenían de malo; por eso, mi decisión fue corregir todo lo que fallaba y agregarle todo lo bueno que pudiera tener un producto colombiano”.
Según señala su nieto, Juan Carlos Zuleta, “desde el principio tuvo claro cuál era el sentido trascendente de su trabajo, que era mejorar la calidad de vida de los hogares colombianos. Como antes de montar la empresa había trabajado como técnico reparador de productos importados y sabía las cosas buenas y malas que tenían, aplicó el sentido común: incluir lo bueno, mejorar lo malo y vender a un precio más competitivo. Ese ha sido el gran éxito de su vida empresarial: trabajo duro, con humildad y, sobre todo, cobrar lo justo”.
Estas son parte de las enseñanzas y el legado que recoge su familia y que él, hoy en su cumpleaños número 100, todavía comparte.
¿Cuáles son las bases que a pesar del tiempo siempre debe tener un buen empresario?
Definitivamente, la honradez. Teniendo oportunidad de cobrar mucho más, nunca lo hice; siempre cobré lo que valía mi tiempo y mi trabajo. Además, diría que la disciplina es irreemplazable.
Usted ha dicho que todos los años son difíciles, pero ¿cuál es el reto más grande de su carrera?
La historia por compleja que sea, es cíclica, así que con humildad y serenidad se trata de traer al presente las lecciones aprendidas y volverlas a aplicar en otro momento histórico. Los retos son distintos en cada año.
¿Alguna vez le ofrecieron comprar la empresa? ¿Por qué decidió mantenerla?
He tenido tres o cuatro propuestas para vender la empresa, pero no he encontrado las razones suficientes para hacerlo. Cuando una empresa es sólida, ¿qué sentido tiene salir de ella? Además, tengo una organización en la que hay más de 3.500 trabajadores que lo quieren a uno y que se esfuerzan y trabajan por el bien general. Todo lo que se ha hecho en estos 79 años no se cambia por una cantidad de dinero con la que se pierde el placer de crear y compartir… El dinero ya es suficiente para vivir bien, lo demás es para quedar apuntado. Así que hacer cosas que le están sirviendo a la gente, eso produce una gran emoción.
¿Cómo transmitir que el trabajo duro vale la pena? ¿Esto ha sido más difícil con las nuevas generaciones de empleados?
A medida que fui aprendiendo a trabajar me di cuenta de que para poder enseñarles a los colaboradores que iba contratando, tenía que saber el oficio y dominar ese conocimiento para saber si lo estaban haciendo bien. Por eso no me quise meter nunca a fabricar nada que yo personalmente no supiera hacer, esto con el fin de poderlo idear y enseñar. Además, cuando uno es obrero y se le presenta una necesidad extra, para solucionarla solo tiene a Dios en el cielo y a su patrón en la tierra, pero mientras Dios le hace el milagro, acude a la persona para la cual trabaja para que le ayude a solucionar el problema. De cómo lo trate la empresa depende que el colaborador quiera o no a su empleador. Es un punto básico, comprobado por nosotros y que cualquier patrón o su representante debe tener muy presente. Hay que hacerse querer de los trabajadores, y reconocer que sin personal satisfecho, los resultados son menores.
¿Qué les enseñó a sus hijos y nietos para mantener el amor por la empresa?
Primero, aceptar que los trabajadores son indispensables y es fundamental tratarlos con dignidad. Segundo, que la mejor forma para darle estabilidad a la empresa es reinvertir sus utilidades en el mismo negocio. Dar fiel cumplimiento a las normas de administración para permitir a los directivos y colaboradores que desempeñen con responsabilidad sus funciones, sin la injerencia permanente de la familia. Reconocer siempre nuestro origen y estar orgullosos de él.
¿Cuáles han sido sus hábitos en estos 100 años para ser un empresario exitoso?
Vivo sacándole el cuerpo a esto, a las entrevistas, porque en realidad tuve la fortuna de no dejarme invadir nunca por ser importante; me veo y soy un obrero capacitado y siempre he trabajado como tal en todos los puestos de la empresa. Eso de líder suena a soberbia. El que se pone de solo jefe acaba con su proyección, es decir, ya llegó. Una cosa es que los demás descubran en uno la agilidad mental o la decencia, o las bondades o la amplitud, y otra es que se acomode uno esa palabra. Pero si tuviera que decirle un secreto, sería que me divierto trabajando. Ser útil da más placer que estar quieto y sin hacer nada; si no trabajara, ya estaría muerto.
¿Qué decirle a las nuevas empresas que crecen sin ayudar a crecer a sus empleados?
En el camino me he encontrado con colaboradores que trabajan como yo y son quienes me han ayudado a levantar esta empresa. Por eso, no hablo de trabajadores, son mis amigos, compañeros y hacen parte de la familia Haceb.
Siempre debe haber un balance entre el tiempo para la familia y el trabajo
Para el fundador de Haceb, José María Acevedo, la receta está en “no llevar problemas de la empresa a la familia”. Y así lo ha sentido su nieto, quien cuenta que su “abuelo siempre ha sido una persona muy casera y el tiempo lo ha distribuido muy bien. Entre semana sale temprano a la oficina, almuerza con alguien de un área de la empresa, y en las tardes y fines de semana está en casa”. De su familia, agrega que es pequeña: “tuvo cuatro hijas mujeres y un hombre y hoy por hoy están mi mamá, dos tías, seis nietos y un bisnieto. Nosotros pasamos los fines de semana y él es muy cariñoso y tiene muy buena memoria por lo que siempre nos pregunta por nuestras cosas”.
Netflix subió puestos por sus contenidos poco intrusivos, preferidos por consumidores que aprecian un bajo volumen de anuncios
Expertos resaltan la necesidad de mejorar la infraestructura y la capacidad del Puerto de Buenaventura de cara al futuro