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Con 161 años de trayectoria, la marca se ha visto afectada por los derroteros de la historia y la economía británicas. Las dos guerras mundiales vieron cómo la producción de botas para el frente bélico crecía a toda velocidad. El nombre de la firma y la idiosincrasia británica han quedado unidos hasta hoy, lo cual pesa sobre la creatividad y el quehacer de Alasdhair. En cada decisión que toma tiene que tener en cuenta el patrimonio histórico, la estética y el bagaje de la marca: “La herencia cultural es muy importante. Sin embargo, no podemos estar constreñidos por ella, sino que hemos de mirar al futuro como hicieron los dos americanos que la crearon. Hunter tiene una historia muy grande y un archivo muy pequeño”, cuenta Alasdhair.
Al ponerse al frente de la dirección creativa buceó en la vida de Henry Norris y Spencer Parmelee, fundadores en Edimburgo de la North British Rubber Company en 1855 con cuatro empleados para producir cinturones, mangueras, ruedas y objetos de goma. Hoy tienen 200 empleados directos por todo el mundo. El caucho con el que fabrican su calzado surge de plantaciones del sureste de Asia y en países lejanos se fabrican los productos emblemáticos de la marca británica.
La Wellington
La cronología del nacimiento y desarrollo de Hunter coincide en el tiempo con el Imperio Británico, al que queda vinculada hasta que este empieza a caer a mediados del siglo XX. Los productos Hunter aluden históricamente a las glorias del heroico duque de Wellington (1769-1852). La bota alta impermeable se conoce popularmente como la Wellington porque, al parecer, el duque citado la requirió, infructuosamente, a su zapatero para el campo de batalla. Muerto el duque, sus deseos continuaron siendo un reto para los fabricantes. Hasta que Hunter dio con las de caucho a título póstumo.
Por más connotaciones imperiales y oropeles (dos royal warrants o sellos reales) que la envuelven, la marca llegó a 2006 en bancarrota. Un consorcio multinacional de empresas la rescató de los despojos en los que se encontraba relanzándola con éxito. Un año antes, en 2005, la modelo Kate Moss se arrastraba por el barro del festival de música de Glastonbury (sur de Inglaterra) con unas botas Hunter, ajena a que la foto que tomaron de ella en ese momento se convertiría en un reclamo publicitario sin precedentes.
La transformación tuvo una inversión de $4.000 millones para cambio en imagen y formato, las ventas se incrementarían en 20%
La Superindustria señaló que la empresa no facilitó la colaboración solicitada, “negándose a proporcionar la información requerida
La convención colectiva habilitará, entre otros beneficios, un aumento salarial del IPC más dos puntos, en un pago único en diciembre