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ECONOMÍA

La historia de “San Reficar”

sábado, 6 de febrero de 2016
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“Con US$1.500 millones se podría atender durante un año completo a miles de las familias más desamparadas del país... A mí me toca recoger la plata de los impuestos y cuando uno suma US$100 millones es mucha plata, ahora pensemos que los sobrecostos no son por eso sino por US$1.500 millones”, dijo Echeverry para explicar su ira. Seis semanas después, Echeverry dejó el ministerio y quedó la sensación que su salida se debió al episodio en la junta de Ecopetrol, aunque es claro que hubo otros motivos. 

¿Que pasaría hoy si Echeverry siguiera en Hacienda al comprobarse que el proyecto no costó los escandalosos US$4.900 millones que le sacaron “la piedra” sino US$8.010 millones? La diferencia no son ya los US$1.500 millones, sino US$4.600 millones. Esto es, unos sobrecostos de 135% sobre el valor inicial presupuestado. En pesos se está hablando de más de $12 billones de sobrecostos, discriminados en US$1.500 millones antes de 2012 y US$3.100 millones después de esa fecha. Solo para recordar, Juan Manuel Santos comenzó el gobierno en agosto de 2010. 

Sin duda, hay una gran ironía que el economista Echeverry nunca calculó: tres años después de pasar por Hacienda, fue nombrado presidente de Ecopetrol, que es el dueño de Reficar y debió entregar los voluminosos recursos que ahora deberá administrar y garantizar su éxito, pues no tiene otro camino.

De cualquier forma, para Echeverry (creador de la expresión “mermelada” al hablar del gasto público), los sobrecostos en la refinería no es asunto para pasar por alto. Poco después de entrar a la presidencia de Ecopetrol, anunció una “auditoria especial” a las inversiones realizadas, reconociendo que hay una parte que se puede justificar y que es connatural a que un megaproyecto aumente en costo, pero hay otra que es atribuible a negligencia, falta de eficiencia, menor productividad de la planeada que se tratará de recuperar y ya se investiga.

El manejo de la deuda del proyecto es otro asunto que su dueño deberá manejar con mucho tino para evitar un efecto contagio sobre su estructura financiera de la petrolera.  De los ingresos totales (no utilidades) de Reficar, saldrá una suma entre US$700 y US$800 millones en los próximos diez años para atender los compromisos financieros y la empresa también aspira a recuperar en algo su inversión durante ese periodo. Por ahora, en el primer año su pérdida es cercana a $ 650.000 millones.

Los enredos legales serán una constante en los próximos años. La empresa ya ha anunciado que iniciará acciones en tribunales internacionales contra el constructor del proyecto Chicago Bridge and Iron (CB&I) porque considera que parte significativa de los sobrecostos fueron consecuencia de la gestión del constructor, tema en el que Echeverry está totalmente convencido. Será un largo proceso, cuyos resultados seguramente no verá Echeverry como presidente de la empresa estatal, aunque un primer round será el cierre de contrato con la extranjera. 

Hay quienes sostienen que el negocio de Reficar arrancó mal en la misma asociación que tuvo Ecopetrol con la transnacional minera Glencore que se había ganado la licitación del proyecto en agosto de 2006 al ofrecer US$631 millones, (un poco más que la oferta de Petrobras) y que se demoró en arrancar porque la firma extranjera no pudo conseguir el financiamiento externo previsto. Tres años después, Ecopetrol se quedó con todo el proyecto por US$550 millones, porque la suiza decidió vender. Hoy, la gran minera y transportadora de petróleo Glencore, que se alega ahora no tenía experiencia en este tipo de plantas, está en serios problemas financieros y una deuda que pasa de los US$30.000 millones.

Cuando arrancó el proyecto, Glencore tenía el 51% y lo manejaba. En ese orden, contrató su construcción con CB&I en unas condiciones “poco favorables” en las áreas de ingeniería, compras y administración, contrato que dejó amarrado a Ecopetrol cuando esta se quedó con la totalidad y supuestamente resultaba muy costoso revisarlo. Uno de los aspectos más controversiales era el abultado pago de cuentas por personal vinculado al proyecto y que constituye uno de los rubros más onerosos de los sobrecostos. La primera pregunta que surge es si esto no lo evaluó Ecopetrol y su junta directiva, ni puso condiciones para quedarse con el proyecto. El contrato entre Glencore y CB&I se hizo bajo el modelo de “costos reembolsables”, en el que el constructor tiene total autonomía en gastos y factura a los socios, quienes tienen que reembolsarlos. El modelo es válido en los negocios, pero requiere una interventoría muy estricta. ¿Falló esa interventoría? ¿El modelo es aplicable -a raja tabla- cuando se trata de empresas públicas? ¿Alguien en la junta de Ecopetrol llamó la atención sobre el asunto? 

De acuerdo con directivos de Reficar, los cuantiosos dineros aportados por Ecopetrol se hicieron por la vía de capitalizaciones y créditos subordinados destinados a la construcción del proyecto. Contablemente, parece no haber inconsistencias, pero de nuevo surgen los interrogantes: ¿Fueron aprobados previamente por las juntas directivas de Reficar y Ecopetrol?  ¿En Ecopetrol, quien responde por el manejo de los recursos y elabora los documentos para la presidencia de la compañía? Eso pone en duda la calificación de los miembros de la junta y el mismo modelo de “gobierno corporativo” del que tanto se ufana la compañía y es considerado ejemplo en una empresa pública. ¿Negligencia en el manejo de los recursos de una empresa que es 90% del Estado?  

Entra en la mira del control

En 2012, la Contraloría llamó la atención sobre la situación, pero no pasó a mayores y entre agosto y noviembre del año 2014, ese organismo realizó una auditoría especial a Reficar y los resultados los ha dado a conocer el contralor Edgardo Maya en un documento de 145 páginas y 600 glosas,  con lo que sin duda se inicia una nueva historia que dará mucho de qué hablar e involucra no solo a la administración de la compañía, sino a su dueño Ecopetrol, a su junta directiva y a los gobiernos actual y anterior. La Fiscalía General de la Nación ya anunció también una investigación.

La ampliación de la refinería ha terminado costando más de $25 billones, de los cuales más de $12 billones son sobrecostos y aunque se demoró en entrar en operación 27 meses más de lo planeado, este es un asunto menor, pero la magnitud de las cifras da para todo tipo de comparaciones en el imaginario colectivo: Reficar costó más que la ampliación del canal de Panamá y con esa plata se hubiera podido hacer más de un Metro para Bogotá. Para la Contraloría, se ha dado una verdadera “feria de adiciones” en los contratos y hay casos puntuales que dejan mucho que pensar: un contrato de andamios pasó increíblemente de valer $30 millones a $8.000 millones, así no sea este el meollo. 

Para los entendidos y el mismo Juan Carlos Echeverry, los abultados sobrecostos en los que se incurrió en la ampliación de la Refinería de Cartagena son un asunto al que debe ponerse toda la atención y debe ser tenido en cuenta en futuros proyectos, pero no se pone en duda la importancia de lo que significa para el país la entrada en operación de este gigante industrial, que aunque no es transcendental en la generación de empleo directo, sí representará mucho para la industria, porque se estima que aportará 10% del PIB sectorial cuando esté en plena operación. En su etapa de construcción, llegó a emplear 35.000 personas, pero en la operación no alcanza a 1.000 trabajadores directos.

De cualquier forma, el “desangre” en Reficar implicó para Ecopetrol una revisión de otros de sus proyectos, como la ampliación de la tercera fase de la refinería de Barranca, aprobada por la junta en 2011 y que implicaba asignar US$3.400 millones. La nueva administración de Ecopetrol, en cabeza de Echeverry, lo ha parado hasta nueva orden, argumentando las condiciones del mercado petrolero que han obligado a la empresa a replantear sus inversiones. La realidad es que lo ocurrido en Reficar limita la capacidad de la petrolera y no es responsable meterse en otro proyecto de más de $10 billones. Así, hasta Barrancabermeja carga con parte de los platos rotos.  

Muy cara, pero grande 

“Hoy es un día histórico para Colombia. Lo que hoy estamos haciendo, dándose inicio a esta inversión y a esta Refinería de Cartagena, va a generar muchísima prosperidad para el país. Es un hito en el desarrollo económico y social para el país. Después de más de US$8.000 millones y seis años de inversión y de tiempo, hoy, finalmente, pusimos en marcha esta gran refinería”, aseguró Juan Manuel Santos, presidente de la República, cuando se puso en operación la planta en Cartagena, el 21 de octubre de 2015.   

Este entusiasmo del primer mandatario de la Nación tiene justificación, así en ese momento no hubiese puesto el espejo retrovisor como hace unos días culpando al gobierno anterior de los sobrecostos. En medio de una etapa de vacas flacas, con una caída de las rentas petroleras en el fisco de la nación en cerca de $20 billones, la inauguración de la nueva refinería se espera sea un alivio y una apuesta al presente y futuro en la que, según previsiones del Gobierno nacional, se generará impacto favorable en la economía. Cierto hacia el futuro, pero sin tener en cuenta los problemas en su etapa de construcción. 

En el corto plazo, según Ecopetrol, la operación de la nueva refinería de Cartagena tendrá un efecto positivo en la balanza comercial del país de US$800 millones en 2016, según el último informe trimestral de inflación del Banco de la República.

Asimismo, como lo reseñó el primer mandatario, este proyecto contribuirá en la reducción del déficit fiscal del país en US$1.500 millones, además de ser responsable de la sustitución de importaciones de productos de este rubro y el aumento de las ventas externas. Estos beneficios a la macroeconomía nacional así como la adición de casi 10 puntos porcentuales al agregado de la economía del departamento de Bolívar serán consecuencia de la actividad productiva.

Se prevé que el nivel de producción registrará una ampliación de casi ciento por ciento. Cuando entre en pleno funcionamiento el complejo petroquímico, previsto para marzo próximo, este pasará de generar 80.000 barriles de petróleo refinado, volumen tope hasta 2013 cuando dejó de funcionar la antigua refinería, y llegará hasta 165.000 barriles de petróleo refinado. 

Además, con el montaje de esta infraestructura, compuesta por 31 plantas situadas en un área de 140 hectáreas, el país adquirió la capacidad técnica de montar una cadena manufacturera que le permita generar productos derivados del petróleo entre los que figura como novedad el coque, que se generará por primera vez en territorio nacional. 

“Me enorgullece mucho decirlo. Sin duda es la refinería más moderna de América Latina, pero los expertos me señalan que se puede decir que también es la más moderna del mundo porque si medimos todos los factores que miden la eficiencia, incluyendo el ambiental, se puede decir que es la más moderna del mundo”, aseguró el presidente Santos, en medio de los aplausos de los trabajadores en la inauguración, pero que ya hicieron un plantón a comienzos de diciembre pasado porque muchos quedarán vacantes en la operación del complejo.

Quienes defienden a Reficar, alegan que los sobrecostos y el retraso en la entrega de las obras son comunes y de vieja data en las obras civiles del país, el mundo y se escudan en un estudio hecho a 258 obras de infraestructura en distintas partes por la Universidad Aalborg de Dinamarca que muestra que 86% presentaba riesgos en este sentido. Es un consuelo para quienes se idearon y pusieron en marcha a Reficar. 

Las grandes cifras de Reficar tampoco se discuten. La inversión de US$8.015 millones, más del doble de lo presupuestado, es equivalente a más de 12% del Presupuesto General de la Nación para la vigencia 2016 de $215,9 billones y es 24 veces mayor que el presupuesto de Cartagena, la ciudad sede, para el próximo año, según fuente oficial. 

Por su parte, el ministro de Hacienda, Mauricio Cárdenas, también se contagió de la alegría: “la reapertura de Reficar aportará 0,3% al crecimiento del PIB en el cuarto trimestre de 2015. En el mismo período, producirá un flujo de dólares hacia el país cercano a los US$190 millones, y le aportará 6% al crecimiento de la industria manufacturera en 2016”. 

Luego de concluir la novela “rosa” que duró varios años, gobierno y empresa esperan el inicio de otra historia, en la que se espera que las sonrisas aparezcan por un mayor progreso, pero también habrá otra obra de lágrimas por el proceso que abrió la Contraloría por el supuesto detrimento patrimonial y seguramente la Fiscalía en materia penal y que involucra a quienes tomaron decisiones en los últimos ocho años sobre este gigante, que en la inauguración de octubre de 2015 lo llamaron “San Reficar”. 

La verdad es que la segunda parte de la historia hasta ahora comienza y seguramente habrá quienes la asimilen a lo que ocurrió con Petrobas en Brasil y que tiene en la cárcel a sus directivos y en serios problemas al gobierno.

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