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ECONOMÍA

"Hay que cambiar la forma en que se negocia el salario mínimo", dijo Garzón

lunes, 22 de diciembre de 2014
Foto: Colprensa
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Colprensa

La puja salarial se ha centrado en una propuesta de alza de 4,2% por parte de los gremios, mientras los sindicatos piden entre 7% y 9%, y aún no hay acuerdo. Lo más probable es que se fije el reajuste por decreto.Frente al desgaste anual en ese tipo de negociación, el ministro del Trabajo, Luis Eduardo Garzón, dice que esa metodología no debe seguir. 

El 2014 fue un año de grandes cambios, ¿cuál cree que fue su mayor logro en esa cartera, la cual no estuvo ajena a los conflictos? 
Creo que el primer logro fue la formalización laboral en el país. Fueron en total 122 procesos en igual número de sectores, lo cual fue muy importante para el avance del empleo. Y allí jugó un papel clave el Sena que definió un proceso en favor de 3800 trabajadores formalizados, que antes eran contratistas. 

Y hay otros ejemplos, como los del Hospital Departamental de Nariño con 700 trabajadores, además de Bucarelia en el sector de palma africana, conflictos que antes enfrentaba al carecer de empleos formalizados. Terminamos en paz laboral, salvo el tema de Asonal Judicial, pero en general hemos resuelto todos los conflictos, el último de ellos en el Banco Popular. 

¿Eso significa que hay un cambio de mentalidad en el país frente a la formalización laboral? 
A los empresarios de puertos en Buenaventura les hemos dicho: prefieren las sanciones económicas o se comprometen con un proceso de formalización serio. Eso tiene un significado muy importante para el país y el Valle del Cauca. Preferimos la persuasión, la seducción hacia la formalización y no las multas. Si nos toca hacerlo, y no es una mirada impugnadora o estigmatizadora, lo haremos, pero hemos privilegiado más los acuerdos en ese sentido. 

¿Por qué si esos avances han sido importantes, media Colombia aún anda en el 'rebusque', es decir, sin seguridad social, salarios ni otras protecciones de ley? 
Lo grave es que Colombia entre en un proceso de rutinización de la informalidad. Pero creo que hemos avanzado sustancialmente. Y un ejemplo de ello es que de 2,5 millones de empleos creados en el último cuatrienio, 1,7 millones de trabajadores fueron formalizados. Eso se pueda contrastar con las últimas cifras de las cajas de compensación. En las trece principales ciudades del país hemos progresado de manera significativa, pero donde encontramos una informalidad aberrante, peligrosa y riesgosa es en el campo. Allí existe hoy una tasa de informalidad del 88%, y creo que en el escenario de la paz y un eventual posconflicto nos va a ayudar muchísimo a frenar esa informalidad. 

¿Pero el Gobierno está preparado para enganchar en el mundo laboral a quienes dejarán las armas, y evitar que regresen a la delincuencia? 
El campo es la mejor oportunidad. En ese sentido el sector trabajo, no el Ministerio, está liderando iniciativas desde el Sena. Hay múltiples proyectos para entrar en un escenario, donde no solo excombatientes, sino la gente campesina accedan a un Sena propositivo en función del trabajo. Lo otro es la economía solidaria, ya que todos los acuerdos del posconflicto van en esa dirección. Es decir, creación de fuentes de generación de ingresos (microempresas) por la vía de la asociatividad. 
Un tercer elemento clave es que el mundo está mirando con mucha atención la inversión en el campo. Esta reinserción es una oportunidad para el campo, el cual será territorio de esos derechos, y yo soy mucho más optimista frente a cualquier desmovilización en el pasado. Antes el campo no fue considerado fundamental. 

El desempleo está hoy en un dígito, pero hay voces que afirman que podría elevarse en el 2015 por la reforma tributaria, la cual golpeará a muchas empresas. ¿Cuál es su percepción frente a esos riesgos? 
Yo les digo a los empresarios con mucho respeto que el mundo no se puede mover a punta de miedos. Es cierto que tenemos que cuidar los indicadores macroeconómicos debido a su importancia, pero no se puede estar todo el tiempo, primero no reconociendo lo que se ha hecho en su favor, y en este momento lo que hay es un proceso de estímulos como la Ley del Primer Empleo, el desmonte de la parafiscalidad del Sena y Bienestar Familiar y una seguridad de mayor confianza para la inversión extranjera. 
En momentos difíciles uno no asusta a la gente diciendo si usted me quita esto... mando una alerta de miedo. Con eso no vamos a generar ingresos ni empleo para los trabajadores. En el tema de los recargos nocturnos nuestra intención no es moler la Ley 789 del 2002, pero cuando hablamos de recuperar dos horas se afirma que se va a acabar el empleo. Y cuando se aborda lo del salario mínimo se habla el mínimo del mínimo con el pretexto de que el empleo también se va a acabar. 
Para en el 2015 hay incertidumbre en muchos indicadores como los del petróleo, devaluación y otros, y se acude a la cultura del miedo. Claro que hay que tener responsabilidad en el manejo de las cifras, pero creo que aquí quitar algo se ha vuelto símbolo de incertidumbre y de riesgo. Y ahí sí entraríamos en una etapa donde nunca habrá concertación. 

¿Pero eso no es exigirle mucho a los empresarios, sobre todo a los más pequeños, que ya están haciendo un gran esfuerzo? 
Si no hay empresarios no hay trabajo, pero no se puede evadir la formalización laboral, y debe hacerse todo lo posible para cobijar con la seguridad social a más personas. Esa informalidad llevó a muchos colombianos a enfrentar riesgos por no contar con ese beneficio. No se puede hacer demagogia o populismo ofreciendo lo que no se puede cumplir en el mundo del trabajo. Por eso la reforma tributaria es una inversión social muy importante. Cuando crece la economía y baja el desempleo los trabajadores deben recibir beneficios, cosa que no sucedió en el 2002 cuando los indicadores macroeconómicos eran muy malos, y allí la clase trabajadora puso su cuota de sacrificio con la Ley 789. 

Fijar el alza del salario mínimo cada año es un tira y afloje entre empresarios y sindicatos. ¿No le parece que debería adoptarse otra metodología para evitar ese desgaste? 
Usted tiene toda la razón. Ese proceso no debe ser tan estresante y desgastante para seguir en lo mismo. Por ello, voy a proponer que a partir de enero se discutan las condiciones económicas, por ejemplo, de los campesinos. Los paros han subsidiado a productores del campo, pero los jornaleros no existen en términos sobre cuál es su verdadero ingreso. El indicador de desempleo de un dígito es extraordinario, pero los colombianos no podemos sentirnos muy contentos con un 16% de desocupación entre los jóvenes de 18 y 28 años. Asimismo, el salario de las mujeres es 21% menos que el de los hombres en la misma función laboral. Incluso en sectores como el comercio esa diferencia es del 49%. 

¿Es partidario entonces de un revolcón salarial en Colombia? 
Aquí no solo hay que discutir no solo el rito sino los contenidos. Se debe mejorar la orientación sobre a qué población le estamos hablando en el tema salarial. Esa discusión también debe ser en las regiones, ya que no es lo mismo hablar de un salario en Bogotá que otro en Cali, o en zonas donde el ritmo de la economía y la producción son diferentes. Y como supongo que en el 2015 vamos a tener consolidado un escenario de paz, es evidente que no debemos continuar con igual rutina en ese campo. Comparto esos cambios, ya que desde que fui Presidente de la Central Unitaria de Trabajadores, se sigue negociando sobre los mismos parámetros: inflación causada, productividad anual, que no produce consensos, y peor cuando se busca siempre trabajar por el mínimo del mínimo. Ahora yo trabajo por el máximo del mínimo para que la gente tenga un mayor ingreso y consuma. 

¿Pero fijar salarios por regiones no es una discriminación muy riesgosa? 
Estoy de acuerdo en mirar salarios focalizados por jóvenes, sobre todo entre los 18 y los 28 años, y en los primeros empleos. Y también con un énfasis en las mujeres y en los trabajadores del campo y por regiones. No voy a poner en discusión los pro y contra de esta iniciativa, pero parto de una premisa: el rito no puede seguir siendo el mismo a la hora de los ajustes salariales. Hay que cambiar la negociación del salario mínimo. Lo de hoy es gente negociando sobre parámetros donde se habla siempre de que un mayor ingreso para los trabajadores genera desempleo e incertidumbre en la economía. Es un ritual que afecta la tranquilidad de los colombianos. 

¿Según usted, cuándo podrían aplicarse esas reformas salariales? 
Mi propuesta es a que partir del 1 de enero del 2015 empecemos a discutir no solo sobre salario mínimo sino sobre otras condiciones laborales. El salario mínimo hay que construirlo desde el propio mes de enero. No es una reforma, sino la construcción de unas fórmulas en ese sentido que tienen que ver con focalización, territorialidad y sobre todo con discriminación. 

¿No teme que el empresariado y los sectores políticos veten esa idea? 
No lo pueden entender así. Estamos hablando es de salario mínimo. Pero cuando se habla de ajustes a través de convenciones colectivas de trabajo y diferentes sectores de producción, esos ajustes otorgados por los empresarios siempre están por encima del salario mínimo legal. 

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