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ECONOMÍA

Daniel Pardo, "cazador" de periodistas

domingo, 23 de septiembre de 2012
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Gustavo Gómez Córdoba

Los periodistas, columnistas, hombres de radio y televisión, directores y demás protagonistas del mundillo de medios criollos se encontraron al “Coco”. Todos, incluso los que no se asustan con los malos resultados de rating y audiencias –o con la escasez de pauta–, respetan a un tipo que roza los treinta años y que, desde Inglaterra, los fustiga con tal intensidad que pareciera Londres estar entre Cundinamarca y Antioquia y no donde está.

Daniel Pardo es implacable, como Charles Bronson en Vengador anónimo de 1974. Desde su columna en la revista digital Kien&Ke, y a través de su cuenta de Twitter (@pardodaniel) apunta y dispara. Hijo del periodista y exministro Rodrigo Pardo, le perdió el miedo a la inveterada costumbre de criticar a la gente de medios en voz baja, so pena de mortificar a los colegas. No hay Julito, no hay Santos, no hay Arizmendi… no hay nombre ni apellido que valga para blindarse a los dardos de Pardo. Hincha de Millos, padre de Mariana, amigo de la bicicleta y devoto de la cerveza amarga y del chocolate negro, está desprovisto de dulzuras y zalamerías para explorar los numerosos defectos de la prensa nacional.
 
Si es usted periodista y quiere quejarse de un comentario que él le martilló a través de alguna columna, pregúntelo en el servicio en español de la BBC. Su primer trabajo fue en SoHo, donde rastreaba historias que lo llevaron a Nueva York, desde donde comenzó a escribir para El Espectador, Arcadia y Don Juan. A Daniel Samper Ospina, su antiguo jefe en SoHo, lo “atendió” con un perfil de esos en los que no se sabe si el aliento proviene de la admiración o del cuestionamiento y, meses después, publicaba el resultado de una mirada íntima a Felipe López, dueño de Semana, que le valdría un premio CPB. Lee mucho, sobre todo periodismo (The New Yorker, Economist, Guardian), y los domingos que, dice, “se inventaron para deprimirse”, los dedica a devorar prensa colombiana. Va casi de salida para Israel, donde piensa celebrar su cumpleaños número 27, y buena parte del motivo del viaje es que en Israel no le piden visa. Este es Pardo, el “cazador” de periodistas.
 

El periodismo está lleno de opinadores y delfines. ¿En cuál de los dos grupos se siente usted más cómodo?
 
Tal vez en ninguno, pero me siento menos incómodo en el de los opinadores, porque en él estoy más cerca de la realidad y soy menos privilegiado que en el de los delfines.

¿A cuál de todos nuestros opinadores columnistas padece como lector?
 
Últimamente, desde que comenta y hace chistes a diario en Blu, a Felipe Zuleta. Ha sido una revelación. Y creo que Néstor Morales ya empieza a padecerlo también: el otro día le dijo, textual, “no sea bobo”.

¿Los directores de medios llegan a sus puestos por sus propios medios o escalan apellidos?
 
Si aceptamos que la mayoría de los directores son delfines, casi que por lógica se puede establecer que no llegan a la dirección por sus propios medios. Lo interesante es que, precisamente, sus apellidos son sus propios medios: nacer en cierto círculo da un capital social que pone a algunas personas en ventaja frente a los demás. Ahora bien, aunque el apellido puede ser garantía de puesto, tal vez no lo sea de talento y credibilidad.

De todas las celebraciones que se hicieron por los treinta años de Semana, la suya fue la más descarnada: crucificó a su director, Alejandro Santos, a las portadas con la imagen del tío Juan Manuel. ¿Le perdió el respeto a Semana?
 
Por supuesto que no. Cuestionar, que es lo que yo hice, no es lo mismo que irrespetar, que no creo que haya sido el caso. Sin embargo, sí le he perdido cierta confianza a Semana en estos dos años: le creo menos de lo que le creía antes.

Santos, el sobrino, se refirió a usted como “un jovencito que opina desde Londres sin ningún tipo de criterio”. Su turno, Daniel.
 
Alejandro Santos es un adulto mayor que tiene mucho criterio porque está en Bogotá.

¿Está haciendo una tesis sobre Alejandro Santos y Semana?
 
Sí, la entregué la semana pasada. Es sobre Semana y Juan Manuel Santos, más que sobre Alejandro.

Antes de meterse con Santos, lo había hecho con Felipe López y se ganó un premio con un texto repleto de intimidad. ¿Le gusta mirar detrás de las cortinas del baño de la gente?
 
Tal vez sí me parezca importante meterse al baño; de golpe no hasta la ducha. Dar a conocer la intimidad de personajes públicos se justifica en ciertos casos, sobre todo cuando su vida privada explica facetas de su perfil público. Y ni hablar de si se trata de prácticas ilegales o moralmente cuestionables en la vida privada. En Colombia hay una sobreestimación histórica de la privacidad de los periodistas y los políticos. Y eso, más que una costumbre democrática, es producto de un estilo de clientelismo que hay en los medios y la política. La privacidad es un tema melindroso: hay que ver cada caso en su particularidad. En el de Felipe López, creo que su intimidad lo benefició más de lo que lo afectó.

¿Abortó un perfil muy similar al de López sobre Julio Sánchez Cristo?
 
No.

¿Cree que Julio brillaría en RCN?
 

¿Brillaría en qué sentido? Seguro lo oirían mucho...
 
 Se le nota que es alérgico a Julio, pero lo conoce al dedillo. ¿Lo oye por masoquismo?
 
Ya quisiera conocerlo perfectamente. Lo oigo porque es interesante, aunque muchas veces lo oigo más por inercia y, de la nada, me doy cuenta de que estoy oyendo a Alberto Casas analizando un partido de fútbol. Ahí es cuando empiezo a saltar de una emisora a otra hasta que finalmente decido oír música. Me encantaría no oírlo, pero qué vamos a hacer si Julito dicta, a su forma, la agenda noticiosa del país. Uno lo oye no porque sea bueno, sino porque toca. Y son dos cosas distintas.

 
Hace poco firmó una columna con el título “Si yo fuera Néstor Morales”. ¿Se sintió cómodo o incómodo jugando a ser Morales?
 
Incómodo.

A propósito, ¿el modelo de Luis Carlos Vélez, “desde todos los ángulos”, lo convence o podemos esperar una columna titulada, digamos, “Si yo fuera Luis Carlos Vélez?
 
Si yo fuera Luis Carlos Vélez sería la competencia directa de mi papá, que es director de Noticias RCN. No, esa columna está, desafortunadamente, descartada. Hablar de Vélez no es ni ha sido fácil, porque yo a mi papá, a pesar de que es periodista, lo quiero mucho.

¿Vélez es la evolución de su padre?
 

Tal vez, porque mientras Carlos Antonio solo sabe de fútbol, Luis Carlos, aparentemente, sabe de todo.

¿Y usted del suyo?
 
Soy la involución: mientras mi papá sabe mucho, yo sé más bien poco.

 
Algo que no le guste del noticiero que dirige su papá...
 
Que lo dirija mi papá.

¿Qué se hicieron los periodistas admiradores de Uribe?
 
Hubo pocos. Los que lo adoraban porque estaba en el poder, ahora adoran a Santos. El editorialista de El Tiempo es uno de ellos. Y los periodistas que lo adoraban porque tienen un vínculo ideológico con él, que son una minoría, ahí están dando su lora y acomodando las verdades, por no decir que, también, las mentiras.

¿Qué opina de seudoperiodistas como José Obdulio Gaviria o Fernando Londoño?
 
Yo ni los llamaría seudoperiodistas. Son activistas políticos que usan la prensa como tribuna de su manifiesto.

Ana Mercedes Gómez dejó El Colombiano en un episodio polémico. ¿Por qué opina tan poco de la prensa que no es El Tiempo o El Espectador?
 
El caso de Gómez y El Colombiano no lo toqué porque ya muchos periodistas lo habían hecho. El Tiempo y El Espectador, en cambio, son periódicos que pocos columnistas critican con independencia.

¿Osuna, Vladdo, Matador, Mico, Bacteria o quién?
 
Matador, de lejos.

¿Twitter es un medio o un abismo?
 
Medio y abismo nos son antagónicos. Creo que es ambas.

¿Sigue pensando que los medios digitales tienden a parecerse a una melcocha?
 
No recuerdo en qué contexto dije que los medios digitales parecen una melcocha. Las páginas web de algunos medios sí que lo son, porque son muy difíciles de masticar. Pero los medios puramente digitales, como La Silla Vacía y Kien&Ke, no me parecen, en general, una melcocha.

¿Qué puesto en medios aceptaría en Colombia?
 
Cualquiera que me diera completa independencia. O sea, pocos.

¿Y cuál no aceptaría por nada del mundo?
 
Reportero de La hora de la verdad.

 ¿Los periodistas colombianos somos gente honesta o tenemos precio?
 
En general, los periodistas colombianos somos gente honesta que tiene precio.
 

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