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Tal como su nombre lo indica (pues el término proviene de una palabra rusa que significa agua) el vodka es una de las bebidas alcohólicas más puras que se comercializan en la actualidad, tal vez por ello es la primera característica que se debe considerar a la hora de la elección: que sea cristalino.
Si bien intencionalmente algunas compañías le han dado una apariencia nublada, lo cierto es que al tener su origen en el agua debe verse limpio.
Daniel Brancusi, embajador global del Vodka Reyka (licor islandés de la casa William Grant %), explica que tan importante como la apariencia es el aroma.
“Entre más suave es la percepción que nos llega del alcohol, es decir, entre menos nos incomode acercárnoslo, más se pueden percibir sus sabores a fruta y caramelo”, resaltó Brancusi.
El proceso del vodka Reyka es diferente ya que en su elaboración se valen del recurso natural más abundante de Islandia: las rocas volcánicas.
Usar lava no solo filtra las impurezas de la mezcla, sino que le da un sabor especial. En la destilación artesanal, lograda en un alambique Carter, también es crucial la mezcla con agua pura extraída de los glaciales.
En cuanto a su consumo, pocos licores son tan variados y permiten disfrutarlos de tantas maneras: con leche, con hielo, frío, caliente, entre otras opciones.
Aunque la concentración de alcohol en el vodka suelen ser estándar (40°) la percepción de sabor sí varía mucho entre un licor y otro. Es por eso que Reyka se enfocó lograr que el sabor de alcohol no predomine de manera que va bien con mezcladores para lograr cocteles o puro.
Finalmente, como acompañante de comidas el embajador lo califica como perfecto, pues “limpia el paladar y permite percibir con más intensidad los sabores, sobre todo salados”.