El motivo fue una circular de la Jefe de Protocolo que hacía obligatoria, para los funcionarios, la asistencia a procesiones de Semana Santa. El alcalde, Enrique Vásquez (1960), hizo la de Simón: firmó la circular sin leerla y ahí fue Troya. Se le vinieron encima los ateos porque constitucionalmente en Colombia hay libertad de culto y nadie puede volver obligatorio seguir actos religiosos. Vásquez se disculpó con la lección aprendida: hay que leer lo que se firma.