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Futuro incierto para el oro negro

sábado, 18 de octubre de 2014
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José Roberto Concha V.

Desde la apertura económica que experimentó Colombia a finales del siglo pasado, para la inserción en los mercados internacionales, el portafolio de exportaciones ha variado significativamente en los últimos 30 años. De ser un país exportador de productos agroindustriales, se pasó a tener exportaciones concentradas en productos minero-energéticos.

En la década de los 80, 60% de nuestras exportaciones eran de café, y si a la cifra anterior le agregamos los envíos al exterior de flores, banano, azúcar y confecciones, las cuales sumaban más del 13% del comercio exterior de Colombia de esa época, llegaríamos a que las tres cuartas partes de nuestras exportaciones estaban constituidas por productos originarios de la agricultura, la agroindustria y la manufactura de productos con valor agregado utilizando en muchas materias primas agrícolas, como es el caso de las confecciones.

Pasados 30 años, la expansión de las exportaciones han tenido un cambio dramático, hoy el panorama es muy diferente. Colombia ha cambiado su portafolio de comercio exterior conformado por productos agroindustriales en el cual se vendían productos que requieren mucha mano de obra y poco capital, como era en los años 80; a exportar hoy productos que requieren mucho capital y poca mano de obra que es la necesidad en el sector minero-energético. Esto suena un poco irónico, cuando Colombia es un país en el cual contamos con mucha mano de obra y poco capital.

Es por tanto necesario aprovechar la ventaja competitiva de una mano de obra relativamente barata, calificada y educada; y las ventajas comparativas de nuestros suelos, la posición geográfica privilegiada con la que se cuenta, optimizando la manufactura, el agro y sus industrias conexas en toda la cadena productiva.

Las exportaciones minero-energéticas son nuestra mayor fuente de divisas hoy, dado que contamos con reservas de este recurso en importante medida y además nos ayudan muchísimo al desarrollo del país. No podemos negar que es una riqueza que poseemos y debe ser fuente para dinamizar el desarrollo. Pero es necesaria una mirada más futurista y tener presente que este tipo de productos se califican como “bonanzas efímeras”, dado que son no renovables y por tanto son pasajeros. Por lo menos, así lo dice el vademécum contra la Enfermedad Holandesa: “aprovecha los recursos naturales no renovables para catapultar tus ventajas competitivas que te garantizaran el futuro”.

Para infortunio de la balanza comercial de Colombia, si no exportamos productos minero energéticos nuestro volumen de exportaciones sería muy bajo, ya que, según las cifras del Dane menos del 25% del total de exportaciones del 2013 fueron de productos diferentes a este sector, lo que equivaldría a unas exportaciones totales de solo US$16.000 millones.

Con una población que ronda los 47 millones de habitantes, las exportaciones per-cápita de Colombia serían entonces de solo US$340, cuando el promedio mundial es de US$2.500 por habitante. Estaría nuestro país con promedios inferiores a todos los países del continente americano, superando solo a Haití.

Ante esta preocupante realidad, debemos analizar alternativas de internacionalización; ya tenemos las herramientas como son: los catorce tratados de libre comercio firmados que nos garantizan acceso a más de 1.400 millones de consumidores, el Programa de Transformación Productiva (PTP) y la oficina de aprovechamiento de acuerdos del Ministerio de Comercio, pero ahora se requiere hechos concretos en el impulso de industrias orientadas al mercadeo internacional.

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