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Editorial: Paz no necesita cuentas y es el mejor negocio

viernes, 7 de septiembre de 2012
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La comisión de negociadores por parte del Gobierno es de lujo, porque está en sus manos la anhelada paz para las próximas generaciones

Cuando el Presidente fue dando los nombres de sus negociadores para un eventual proceso de paz con los grupos guerrilleros, se fue despertando un inusitado optimismo frente a un proceso que apenas comienza, y que será la apuesta más seria que un Gobierno haya hecho para dejarle un país sin conflicto interno a las próximas generaciones. ¿Por qué esta vez sí puede ser diferente?

Los porqués son muchos y contundentes. Porque las condiciones de desequilibrio en las maniobras de guerra están a favor del Gobierno. Porque hoy tenemos unas fuerzas militares profesionalizadas y muy fuertes. Porque en la contraparte guerrillera ya no están los líderes militaristas que imponían fusiles sobre la mesa de negociación. Porque entre los negociadores están empresarios y militares representados, y porque el país cambió y la paz siempre será la alternativa más inteligente para salir del desangre nacional.

Nadie mejor que Luis Carlos Villegas para representar los intereses de los empresarios, y nadie como el general Jorge Enrique Mora para llevar la vocería de los militares en retiro. Y quién mejor que el ex vicepresidente de Colombia, Humberto de la Calle, para que coordine un equipo de lujo que tendrá la importante tarea de negociar una paz esquiva por medio siglo. El país debe tener los pies sobre la tierra y saber que ese proceso ha sido nuestra frustración histórica, de allí que pensamientos como el del ex presidente Álvaro Uribe Vélez, también sea necesario en esta coyuntura para que no volvamos a caer en ‘cantos de sirenas’.

La guerra le cuesta mucho a Colombia y mantiene ancladas en la miseria a muchas regiones del país en donde nunca llegó la seguridad democrática. La paz siempre será la alternativa más razonable, no a cualquier precio, pero sí más civilizada. En términos económicos, un país en paz podría redistribuir mejor su presupuesto, y el crecimiento bien podría subir dos o tres puntos por encima del promedio de los últimos años. Justamente, el resultado será ese 7% u 8% de crecimiento en el PIB que tanto necesitamos para dejar el desempleo en un dígito, y así sacar cada dos años a un millón de colombianos de la miseria.

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