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Analistas 29/06/2021

150 mil, más de un millón, y lo que viene

Vicente Echandía
Diplomático
Analista LR

Esta semana el Ministro de Hacienda publicó en su cuenta de Twitter un mensaje muy positivo frente a la reactivación de la economía en el mediano plazo: el crecimiento estará por encima de su potencial debido al impacto del plan de reactivación económica y a los efectos de la migración (venezolana) en la fuerza laboral. Resaltar la contribución de la migración al crecimiento de la economía reitera la visión acertada que tiene este Gobierno de un elemento tan importante para el desarrollo de los países, pero tan poco entendido en Colombia.

Hasta 2015, cuando empezó la llegada masiva de migrantes venezolanos huyendo de la crisis generada por el gobierno Maduro, Colombia tenía una de las tasas de migración más bajas del mundo. Mientras que en el Reino Unido aproximadamente uno de cada cuatro ciudadanos era inmigrante y en Estados Unidos lo era uno de cada siete, en Colombia por cada 320 ciudadanos había un inmigrante.

Hay muchas razones para que fueran pocos los extranjeros que se interesaban en venir al país, empezando por la difícil situación de orden público. Pero otros elementos también tuvieron un impacto negativo, que, aunque menor en el contexto de guerrillas y narcotráfico, han recobrado un mayor peso desde la firma del acuerdo de paz. En especial, la falta de una verdadera política migratoria integral ha desincentivado un mayor flujo de extranjeros al país, lo que ha incidido en menores posibilidades de inserción en el mundo.

Colombia ha sido un país expulsor, en el que las personas han emigrado, por razones que van desde la falta de oportunidades económicas hasta la violencia. Si bien el número exacto no se conoce, diversas fuentes ponen el número de emigrantes colombianos cercano a 10% de la población, concentrados mayoritariamente en Estados Unidos, España y Venezuela. De aquí que la política migratoria, recogida en su momento en el Conpes 3603 de 2009 y la Ley 1465 de 2011, trate casi que exclusivamente de medidas para atender la diáspora.

Lo anterior dificultó el pasar de tener 150.000 extranjeros en 2015 a más de un millón tres años después. Si bien ningún país del mundo hubiera estado listo para la llegada de un flujo tan grande de personas en un tiempo tan corto, no ayudó la falta de preparación institucional, regulatoria, y más importante, mental, de todo el país. Ha sido un periodo difícil, pero los avances son evidentes en todos los frentes. La expedición del Estatuto Temporal de Protección es una apuesta valerosa y en el camino correcto.

Pero no nos podemos estancar en la migración venezolana. Hay que impulsar cambios para sacar provecho de los migrantes de todo el mundo. Hoy en día, obtener una visa de inversionista en la mayoría de los países del mundo, incluido Colombia, requiere unos cuantos cientos de miles de dólares y una aplicación.

Colombia debe seguir atrayendo a aquellos que consolidaron su riqueza, pero también abrirles las puertas a los emprendimientos con potencial. Por esto es necesario cambiar los requisitos que se exigen y la manera en la que se evalúan las solicitudes de visa en los consulados.

El crecimiento demográfico y por ende económico, en los próximos ochenta años va a estar en África y Asia, no en Europa y América. Sin embargo, restringimos el ingreso de visitantes de esos países. Es necesario cambiar la mentalidad detrás de estas normas.

Tenemos que atraer el mejor talento disponible. Pero para eso necesitamos conocer las necesidades del sector privado y la academia. Ellos deberían tener un asiento en el espacio en el que se discute la política migratoria del país.

Hace tiempo debimos empezar una conversación más incluyente sobre un tema tan trascendental para el futuro del país. Este es un buen momento para hacerlo.

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