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En las juntas directivas, muchas veces se premia la voz más elocuente, la intervención más firme o el argumento más convincente. Pero hay un liderazgo que no hace ruido y sin embargo transforma: el que escucha con profundidad, con presencia, sin intención de responder sino de comprender.
Una de las formas más poderosas de ejercer liderazgo consciente es aprendiendo a sostener el silencio como espacio fértil para la reflexión, la empatía y la inteligencia colectiva. En un entorno donde la presión por decidir rápido, hablar con autoridad y mostrar certeza es constante, tomarse un momento para escuchar con apertura puede parecer contraintuitivo… pero es profundamente estratégico.
El silencio no es ausencia. Es una decisión. Una manera de dar lugar al otro, de permitir que las ideas decanten, de invitar a que emerjan perspectivas que en el ruido constante suelen quedar silenciadas. Escuchar de verdad implica, muchas veces, callar el propio ego. Y esto, en espacios de alta dirección, no es tarea menor.
He sido testigo de juntas que cambian cuando alguien decide no intervenir por impulso, sino esperar. Cuando se privilegia la pausa antes que la reacción. Y es en ese espacio donde nacen las preguntas que importan. Las que no buscan confirmar, sino explorar. Las que abren puertas a nuevas formas de pensar, a reconocer lo que no se había visto, a reconsiderar lo que se daba por hecho.
En muchas organizaciones, la velocidad es sinónimo de eficacia. Pero en gobierno corporativo, muchas veces lo que se necesita no es rapidez, sino lucidez. La escucha consciente introduce una dimensión de pausa que no retrasa, sino que afina. Y en tiempos complejos, afinar la percepción es tan valioso como afinar la estrategia.
La escucha consciente es también un acto de humildad. Porque para escuchar hay que estar dispuesto a ser transformado por lo que se escucha. Y esa transformación -aunque incómoda- es lo que realmente eleva el nivel estratégico de una junta. Escuchar sin agenda, sin afán de imponer, sin prejuicio, es una de las formas más avanzadas de liderazgo.
Además, el silencio ofrece algo que pocos estilos de liderazgo consideran: contención. La capacidad de sostener el espacio sin llenarlo. De respetar los procesos de pensamiento del otro. De evitar el impulso de corregir o dirigir demasiado rápido. En ese marco, los vínculos se fortalecen, la confianza se profundiza y el sistema directivo se hace más resiliente.
Y aún más importante: el silencio permite que aparezca lo verdaderamente importante. Lo que no se dice por miedo, por jerarquía o por velocidad. La escucha consciente da permiso a la intuición, al matiz, al dato no dicho pero relevante. Es allí donde el liderazgo se vuelve menos técnico y más sabio.
En tiempos de hiperactividad verbal, el silencio es revolucionario. En entornos donde todos quieren tener la razón, escuchar es un acto de valentía. Y en juntas directivas donde las decisiones cambian el rumbo de organizaciones enteras, esa valentía es indispensable.
Porque escuchar conscientemente no es un gesto pasivo, es una acción de liderazgo profundo. Es reconocer que el poder no siempre está en tener la palabra, sino en crear el espacio para que emerja lo que aún no se ha dicho y abrir posibilidades que el ruido jamás permitirá descubrir.
En el corto plazo, se necesita un aumento del salario mínimo coherente con la inflación y la productividad. En el mediano plazo, la verdadera solución está en formar a los trabajadores para los empleos que existen y para los que vienen
La tarea es encontrar un punto medio entre un aumento de los ingresos y evitar excluir a más personas de la informalidad, además de los efectos inflacionarios
Es un recordatorio: Colombia también se ha construido desde la confianza, desde el ahorro, desde el servicio y desde la decisión de creer en la gente cuando más lo necesita. Eso fue Conavi