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Analistas 24/07/2025

El cambio sí se da, pero no como creemos

La República Más

“Eso es exactamente lo que le falta a mi equipo - un sentido de accountability - de responsabilidad asumida,” me dijo una socia en una firma consultora. “¿Qué propones para curar la mentalidad de víctima que ha infectado a mi equipo - incluso a otros socios?”

La pregunta es más común de lo que parece.

Equipos talentosos, con recursos y experiencia, que sin embargo quedan atrapados en dinámicas donde nadie asume del todo la responsabilidad. Desde la perspectiva del coaching profesional, entendemos que el problema no es de capacidad, es de mentalidad.

Tanto quien se hace cargo como quien evita hacerlo, simplemente ha aprendido un modo de operar. Cuando vemos a una persona evadiendo responsabilidad no creemos que esa persona “es así” - un irresponsable irremediable. Tampoco creemos que su contraparte nació un empoderado digno de imitar. En vez vemos que ambas están siguiendo un patrón de comportamiento que aprendieron en un momento de sus vidas. Siendo que ese patrón les produjo resultados, como por ejemplo, fueron premiados por evitar riesgos, por mantenerse al margen o por complacer, este se convirtió en su modo default. Después de muchos años de entrar en el mismo círculo, sea de victimismo o de accountability, cada uno siente que lo hace sin esfuerzo - y fácilmente concluye que “es así”.

La buena noticia es que, así como aprendimos esos patrones, también podemos transformarlos. Pero hay que entender que el cambio real no ocurre de forma instantánea, ni con una charla inspiradora, ni en un taller de fin de semana. Cambiar no es un evento: es un proceso. Y no empieza a menos que la persona perciba que seguir igual le cuesta más que cambiar.

Ahí está la clave. Como coaches, acompañamos a las personas a explorar qué están cuidando con su comportamiento actual. Esa estrategia -aunque hoy sea disfuncional- protege algo: pertenencia, imagen, control, aceptación. Luego, los invitamos a ver qué precio están pagando por mantenerla. Muchas veces, cuando alguien reconoce que por cuidar algo está perdiendo algo aún más valioso -influencia, resultados, relaciones, impacto- tiene un momento de inflexión: el famoso “¡Ya basta!”.

Ese momento es oro. A partir de ahí se puede diseñar una nueva forma de actuar, más coherente con lo que la persona realmente quiere lograr, pero que no se perciba como un salto al vacío. El cambio no empieza con grandes gestos; empieza con microacciones sostenidas. Y aunque no es inmediato, sí es posible. No requiere de héroes, sino personas dispuestas a hacerse cargo de sus patrones, rediseñarlos y actuar con conciencia. Esa posibilidad se crea bajo condiciones seguras, de confianza, en donde se gatilla la motivación y se sostiene.

Y eso, al menos para algunos líderes, debería ser una buena noticia.

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