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Recordemos que la Agencia Nacional de Hidrocarburos, ANH, es una unidad adscrita al Ministerio de Minas y Energía. Creada en 2003 para separar la regulación de Ecopetrol y atraer inversión extranjera con una gestión técnica y eficiente, cumplió su propósito… durante años. Hoy enfrenta serios problemas.
La ANH acaba de publicar su Informe 2024 sobre reservas y producción. No era un documento más: se esperaba que calmara los mercados o desmintiera la realidad. No lo logró. Por el contrario, confirma que la crisis energética ya no es una amenaza: es el presente, y mientras tanto, Ecopetrol se desvaloriza.
En petróleo, la relación reservas/producción pasó de 7,1 a 7,2 años. A simple vista, mejora. Pero no: se produce menos y no hay nuevos descubrimientos. Los 2.035 millones de barriles provienen de revaluaciones técnicas, no de pozos nuevos. Como bien advirtió la Contraloría, “no es expansión, es estiramiento”, una solución temporal que no impulsa la autosuficiencia.
El problema es estructural y político: el Gobierno cerró la puerta a nuevos contratos de exploración y explotación. Colombia es el único país de la región en no firmar nuevos contratos de petróleo y gas entre 2023 y marzo de 2025. Sin nuevos pozos, no hay nuevos barriles. Y sin descubrimientos, las reservas declinan, tengan o no revaluaciones. Mientras tanto, los taladros se van: países como Brasil, Guyana, Perú y Argentina los reciben. ExxonMobil, Shell, Repsol, Chevron, BP dejaron el país. Colombia hoy es advertencia, no destino de inversión.
Para Ecopetrol, esto significa menor producción, menor exploración, más presión fiscal y menos margen de maniobra. La joya de la corona flota a la deriva, sin señales de corrección, mientras un silencio cómplice lo rodea.
Según Fedesarrollo (citando fuentes del Ministerio), más de 30% de los contratos vigentes están suspendidos o en proceso de terminación, no por problemas técnicos, sino por conflictos sociales, trabas ambientales y desorden público. A esto se suma una parálisis regulatoria y desinterés institucional.
El gas natural ofrece un panorama aún más crítico: las reservas probadas cayeron 13%, la relación reservas/producción se redujo a 5,9 años, y el país comenzó a importar gas con altos costos para usuarios. Aun así, el discurso oficial habla de “tendencia positiva”, cuando lo único que mejora es el ritmo de caída, no el nivel. El informe señala reposición de reservas contingentes, pero estas no están garantizadas. El Contralor nuevamente advierte: estas maniobras “no son una solución sostenible”, y de no actuar ya, “colocan en riesgo la autosuficiencia energética”.
Yacimientos no convencionales para hacerle fracking sí garantizaría reservas de gas para no menos de 20 años, según fuentes oficiales. En la transición energética el gas tiene importancia mayúscula. Pero este no es el camino elegido.
Esto no es transición energética. Es abandono. Es entregar soberanía energética al GNL Gas Natural Licuado, importado. Persistir en esta política no es valiente: es irresponsable. Las cifras de la ANH no mienten. El Gobierno sí las ignora. La debacle ya no es anunciada. Es evidente.
El primer daño es el tránsito de la búsqueda genuina de la verdad hacia la imposición de la posverdad, donde los hechos dejan de importar y son reemplazados por narrativas conveniente