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En Colombia, pocas palabras despiertan tanto respeto y recelo como “tradición”. En el mundo empresarial puede pesar como ancla, pero también funcionar como quilla. No es obstáculo, sino punto de partida. En una época que idolatra la disrupción, conviene recordar el valor de la tradición y el legado.
Las empresas familiares, que representan 87% del tejido empresarial colombiano, lo saben bien. Por definición, son proyectos de largo aliento. Por eso, el principio vital de toda organización es perdurar en el tiempo. Aun así, solo 30% sobrevive a la segunda generación. Es un gran reto.
El fundador levanta, a punta de carácter, constancia y método, una reputación. Quienes lo suceden no solo deben mantenerla. Deben darle un nuevo sentido. Ahí empieza el verdadero progreso. Entre conservar lo esencial y cambiar lo necesario. No es dilema, es responsabilidad. Porque sin tradición no hay raíces, pero sin cambio no hay ramas. El riesgo está en confundir legado con dogma. La herencia no es destino.
Por eso es fundamental preparar el plan de sucesión. No se trata solo de ceder el control, sino de planear el futuro. El protocolo de familia y el gobierno corporativo no son trámites: son mecanismos de continuidad y de mejora. Muchas compañías naufragan por devoción ciega al pasado, o por alergia a él. Ningún extremo conviene. Lo que sirve a la siguiente generación familiar es el criterio: saber qué se puede mover sin que se venga todo abajo, y qué no debe tocarse porque sostiene el edificio.
La tradición aporta activos que no figuran en los estados financieros: cultura organizacional, reputación, relaciones de confianza. No se compran ni se improvisan. Pero tampoco bastan. Hoy, el mercado exige agilidad, nuevos lenguajes, tecnología. Requiere otra velocidad.
Ahí entra la nueva generación. Si sabe leer bien lo que recibe, puede reinventar sin romper. Conservar lo esencial, transformar lo accidental. Para convertir una empresa heredada en una empresa rehecha, vigente y competitiva, se requiere también respetar el gobierno corporativo y gestión profesional. No para repetir, sino para continuar con sentido. La sostenibilidad y la flexibilidad son claves. Relevo con propósito.
Quizás el mayor patrimonio de una empresa tradicional sea su capacidad de cambiar sin perder el alma. Adaptarse, sí, pero sin traicionarse. No se trata de modernizar por ansiedad, ni de conservar por nostalgia. Se trata de entender y mejorar. Porque innovar no es renunciar a la tradición: es ponerla a caminar en un nuevo entorno, controlando riesgos. Con inteligencia. Con respeto. Con visión. Siempre construyendo valor y sirviendo a la sociedad.
Se suspende la regla sin mostrar cómo se usarán esos recursos, poniendo en riesgo la sostenibilidad y dejando en duda si ese endeudamiento aliviará las necesidades o solo pospondrá los problemas.
El panorama fiscal para Colombia no pinta nada bien. Por lo tanto, prepárese, tome medidas razonables y acompañe su estrategia empresarial de una correcta planeación tributaria
Trabajar para generar, adquirir y trasmitir experiencias y valorarlas, haciendo las cosas sin que se queden en el papel, pues solamente escritas no funcionan