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En política, la polarización trae como consecuencia mayor participación ciudadana. Los discursos partidistas se sustentan casi siempre en aspectos no atendidos por el gobierno de turno, induciendo al electorado a exigir la satisfacción de antiguas y nuevas necesidades, presentando al candidato como la solución de todas ellas. Lo que olvidan frecuentemente los sufragantes es revisar juiciosamente, antes de votar, las consecuencias que de ser ejecutadas, tendrían las propuestas que presentan los candidatos.
En España, se cree que han triunfado los movimientos independentistas en las elecciones catalanas, sustentados en la promesa de la creación de un nuevo estado; decisión electoral cuyo resultado seguramente será asimilado posteriormente por los votantes, hoy eufóricos con el triunfo, cuando se develen las consecuencias económicas y sociales nefastas que traerá la ruptura política y territorial tanto a España como al eventual nuevo Estado Catalán. La sola polarización ya hace daño al pueblo español.
Dentro de los independentistas hay quienes aseguran que Madrid ultraja a los catalanes y que hoy sus necesidades están desatendidas y sin ningún soporte serio que garantice que la economía y el bienestar se acrecentarán. Lo que no incluye la propuesta independentista es cuál sería la fuente de recursos para atender los renglones que requieren ser satisfechos con fondos del nuevo estado, como la salud, la educación y gastos especiales como la nueva diplomacia y las fuerzas armadas.
En materia económica, si bien en el pasado lo fueron, los catalanes ya no son los principales líderes empresariales de España; no obstante, aportan la quinta parte de la economía de ese país, son la segunda región con per cápita más alto y representan el 25% de las exportaciones; sin embargo, de lograrse la independencia, el nuevo Estado tendría menor tamaño de la economía de la que tiene hoy como región española. El solo hecho de salir de la Unión Europea sería un gran golpe a su peculio.
El académico y político catalán José Borrell Fontelles, economista reputado, quien fuera presidente del Parlamento Europeo y ministro de Estado de España, además militante de izquierda, de manera contundente en su libro “Los cuentos que se han contado utilizando las cuentas mal hechas”, analiza el desastre económico de esta eventual secesión. Comparto con él que los problemas de la relación entre Cataluña y el resto de España pueden resolverse con medidas menos traumáticas, por ejemplo un Estado más federalista.
Con la división, la potencia económica que es España, hoy en franca recuperación y con un despertar del sector inmobiliario, se aminoraría de manera dramática y el nuevo Estado sería un país de poca importancia en ese aspecto.
En ocasiones, cuando los líderes no tienen soporte gerencial y económico, cuando son populistas, cuando basan su crecimiento en actitudes incendiarias, o con soportes falaces y por sobre todo sólo buscando réditos políticos personales, los resultados de su gestión no están alineados con el crecimiento social, de la productividad y de la calidad de vida de los ciudadanos.
En el caso regional, aplica lo anterior al fracaso del modelo económico de Venezuela y Argentina, por solo nombrar dos desastres latinoamericanos; en nuestra realidad local, se puede evidenciar con lo sucedido con Petro, quien ante sus pésimos resultados, iza la bandera falaz de ser una víctima del establecimiento y de la oligarquía, lo que le ha dado reconocimiento nacional.